¿Podríamos…? Creo que no. ¿Y si…? Menos todavía.

Vasco Szinetar, E.M. Cioran. París. Vasco Szinetar, 1980

…»She is an excellent girl, very petite, like a pretty parrot, and much too nice; her kindness becomes cruel. Though she doesn’t understand that she is being cruel. For example Angelita and Carlos want me to live with them after they are married, all of us together in one apartment. It was her idea, but Carlos says yes! yes! we must all stay together and from now on he and I will live like brothers. That is the reason I have to kill him. He could never have loved me, not if he could ignore my enduring such hell. He says, ‘Yes, I love you, Jaime; but Angelita – this is different.’ There is no difference. You love or you do not. You destroy or you do not. But Carlos will never understand that. Nothing reaches him, nothing can – only a bullet or a razor.»
She wanted to laugh; at the same time she couldn’t because she realized he was serious and also because she well knew how true it was that certain persons could only be made to recognize the truth, be made to understand, by subjecting them to extreme punishment
Nevertheless, she did laugh, but in a manner that Jaime would not interpret as genuine laughter. It was something comparable to a sympathetic shrug. «You could never kill anyone Jaime.»
He began to comb her hair; the tugs were not gentle, but she knew the anger implied was against himself, not her. «Shit!» Then : «No. And that’s the reason for most suicides. Someone is torturing you. You want to kill them, but you can’t. All that pain is because you love them, and you can’t kill them because you love them. So you kill yourself instead.»
Leaving, she considered kissing him on the cheek, but settled for shaking his hand. «I know how trite this is, Jaime. And for the moment certainly no help at all. But remember – there is always somebody else. Just don’t look for the same person, that’s all.»

«Music for Chameleons» – Truman Capote

Ninety nine red balloons.

Ingmar Bergman(1918 – 2007)

Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
Céline.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.

El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.

«El Odio» – Roger Wolfe

«Waitin’ on a sunny day» – Bruce Springsteen ( The Rising,2002)

Reflejo felino.

«Joven pareja» – Bruce Davidson, 1958


REFLEJO FELINO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

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«Californication» – Red Hot Chili Peppers (Californication,1999)

Simultaneidad y juegos de sillas.

«Truman Capote in New York City» – Arnold Newman, 1977

«…yo prohíbo, por lo demás, toda conjetura acerca de quién es el descrito por mí en este pasaje.
«El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y cazarratas nato de las conciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, no lanza una mirada en las que no hay un propósito y un guiño de seducción, de cuya maestría forma parte el saber parecer – y no aquello que él es, sino aquello que constituye, para quienes lo siguen, una compulsión más para acercarse cada vez más a él, para seguirle de un modo cada vez más íntimo y radical: – el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y le enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo, – el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se relfeje en ellas -; el genio del corazón, que a la mano torpe y apresurada le enseña a vacilar y a coger las cosas con mayor delicadeza, que adivina el tesoro oculto y olvidado, la gota de bondad y de dulce espiritualidad escondida bajo el hielo grueso y opaco y es una varita mágica para todo grano de oro que yació largo tiempo sepultado en la prisión del mucho cieno y arena; el genio del corazón, del cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre, lleno de nueva voluntad y nuevo fluir, lleno de nueva contravoluntad y nuevo refluir…» «

«Ecce Homo» – Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), 1888

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«Walk on the wild side» – Lou Reed ( Transformer, 1977)

Desayuno con andamios.

Al fin decido publicar un poema propio. Los días de verano aparte de calurosos resultan insultantemente largos así que la culpa de cualquier desvarío que podréis encontrar es enteramente suya. Ya sé que las excusas siempre son odiosas e inecesarias pero qué le vamos a hacer…


«9th Avenue Elevated armiture in Harlem, on 8th Avenue near 127th Street» – Andreas Feininger , 1940

DESAYUNO CON ANDAMIOS

Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

Te toca.

«Sin título (Muchacha con globo)» – Heinz Held, 1960

» Si bastase con amar, las cosas serían demasiado sencillas. Cuanto más se ama tanto más se consolida lo absurdo. No es por falta de amor por lo que Don Juan va de mujer en mujer. Es ridículo presentarlo como un iluminado en busca del amor total. Pero tiene que repetir ese don y ese ahondamiento porque ama a todas con el mismo ardor y cada vez con todo su ser. De ahí que cada una espere darle lo que nadie le ha dado nunca. Ellas se engañan profundamente cada vez y sólo consiguen hacerle sentir la necesidad de esa repetición. «Por fin -exclama una de ellas- te he dado el amor». ¿Sorprenderá que Don Juan se ría de ella? «¿Por fin? -dice-; no, sino una vez más». ¿Por qué habría de ser necesario amar raras veces para amar mucho?
(…)
Pero es malo detenerse, difícil contentarse con una sola manera de ver, privarse de la contradicción, la más sutil, quizá, de todas las fuerzas espirituales. Lo que precede define solamente una manera de pensar. Pero se trata de vivir. «
«El mito de Sísifo» – Albert Camus(1913 – 1960) , 1942

Consentimiento práctico, ignorancia simulada y amén.

«Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s)» – Blake Edwards, (1961)

A : Si quieres conocer a un hombre,
dale poder.

B: Si me quieres bien,tus obras
me lo dirán.

C: Tampoco existe el amor,
sólo puedes dar pruebas de él.

D: Gritar es digno.

«A B C D » – Joan Brossa (Versión de Carlos Vitale)

Lo que más cerca está y lo que menos se le parece.

«Moskva slezam ne verit (Moscow dosen’t believe in tears)» – Vladimir Menshov,1980

«One Art»

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

–Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

«One Art» – Elisabeth Bishop(1911 – 1979)

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Si me costara lo mismo callarme que hablar.

Errol Flynn, Nora Flynn, Rita Hayworth and Orson Welles in Acapulco, Mexico. 1946

«…un hombre que no dice sino tonterías incluso «sin vistas a ningún provecho», no es el mejor contrincante para una discusión que imaginarse pueda, ni como atacante ni como defensor. Confieso, sin embargo, que la autoridad de un médico, y de buena reputación, puede parecer de mayor peso que mi prejuicio, pero insisto en alegar mi experiencia, que superaba la suya en 7.000 gotas [de láudano equivalentes a 280 granos de opio] diarias. Y aunque no era posible suponer que alguien dedicado a la medicina desconociera los síntomas característicos de la intoxicación etílica, se me ocurría sin embargo que quizá incurriera en el error lógico de usar la palabra intoxicación con excesiva latitud, y extenderla genéricamente a todas las formas de excitación nerviosa, en vez de restringirla a la expresión de un tipo específico de excitación, relacionado con ciertos diagnósticos. Hay quien mantiene, según he podido oír, haberse emborrachado con té verde, y en Londres un estudiante de medicina, cuyos conocimientos de la profesión tengo motivos para admirar, me aseguraba el otro día que un paciente, tras haberse recuperado de una enfermedad, se emborrachó con un bistec. «

«Confesiones de un inglés comedor de opio (Confessions of an english opium – eater.)» – Thomas De Quincey, 1821

Cuando los camaleones se vuelven daltónicos.

«Jack Lemmon & Harold Lloyd» – Leo Fuchs, 1964

«El mundo está bien hecho»

Perdidamente enamorada la mujer del sombrero enorme, caía torrencialmente en forma de pirata que viene a sacudir todos los árboles, a elevar hacia el cielo las raíces desengañadas que no sonríen ya con sus dientes de esmeralda. ¿Qué esperaba? Tras la lluvia el corazón se apacigua, empieza a cantar y sabe reír para que los pájaros se detengan a decir su recado misterioso. Pero la prisa por florecer, este afán por mostrar los oídos de nácar como un mimo infantil, como una caricia sin las gasas, suele malograr el color de los ojos cuando sueñan. ¿Por qué aspiras tú, tú, y tú también, tú , la que ríes con tu turbante en el tobillo, levantando la fábula del metal sonorísimo; tú, que muestras tu espalda sin temor a las risas de las paredes? Si saliéramos, si nos perdiéramos en el bosque, encontraríamos la luna cambiando, ajustando a la noche su corona abolida, prometiéndole una quietud como un gran beso. Pero los árboles se curvan, pesan, vacilan y no me dejan fingir que mi cabeza es más liviana que nunca, que mi frente es un arco por el que puede pasar nuestro destino. ¡Vamos pronto! ¡Avivemos el paso! ¿No ves que, si te retrasas, las conchas de la orilla, los caracoles y los cuentos cansados abrirán su vacilación nacarina para entonar su vaticinio subyugante? Corramos, antes que los telones se desplieguen. Antes que los pelos del lobo, que el hocico de la madriguera, que los arbustos de la catarata se ericen y se detengan en su caída. Antes que los ojos de este subuselo se abran de repente y te pregunten. Corramos hacia el espanto.

Pero no puedes. Te sientas. Vacilas pensando que los pinchos no existen más que para bisbisear su ensueño, para acariciarte tus extremos. Tus uñas no son hierro, ni cemento, ni cera, ni catedrales de pórfido para niños maravillados. No las besarán las auroras para mirarse las mejillas, ni los ríos cantarán la canción de las guzlas, mientras tú extiendes tu brazo hacia el ocaso, hasta tocar, tamborilear la mañana reflejada. Entonces, vámonos. Me urge. Me ansía. Me llama la realidad de tu panoplia, de las cuatro armas de fuego y de luna que me aguardan tras de los valles romancescos, tras de ti, sombrío desenvolvimiento en espiral. Por eso tú llevas una cruz violeta en el pecho, una cruz que dice: «Este camino es verde como el astro más reciente, este que está naciendo en el ojo que lo mira.» La cruz toca tu seno, pero no se hiere; llega a las palmas de tus manos, pero no desfallece; sube hasta la sinrazón de las luces, hasta la gratuidad de su nimbo donde las flechas se deshacen.

Si hemos llegado ya, estarás contemplando cómo la pared de cal se ha convertido en lava, en sirena instantánea de «Dime, dime para que te responda»; de «Ámame para que te enseñe»; de «Súmete y aprenderás a dar luz en forma de luna», en forma de silencio que bese la estepa del gran sueño. «Ámame», chillan los grillos. «Ámame», claman los cactos sin sus vainas. «Muere, muere», musita la fría, la gran serpiente larga que se asoma por el ojo divino y encuentra que el mundo está bien hecho.
«El mundo está bien hecho» – Vicente Aleixandre ( Pasión de la tierra,1928-1929)