SOLEmne huida de la eDAD.

«Nueva York,1981» – Regina Schmeken

«Inventario de lugares propicios al amor»

Son pocos.

La primavera está muy prestigiada, pero
es mejor el verano.
Y también esas grietas que el otoño
forma al interceder con los domingos
en algunas ciudades
ya de por sí amarillas como plátanos.
El invierno elimina muchos sitios:
quicios de puertas orientadas al norte,
orillas de los ríos,
bancos públicos.
Los contrafuertes exteriores
de las viejas iglesias
dejan a veces huecos
utilizables aunque caiga nieve.
Pero desengañémonos: las bajas
temperaturas y los vientos húmedos
lo dificultan todo.
Las ordenanzas, además, proscriben
la caricia (con exenciones
para determinadas zonas epidérmicas
-sin interés alguno-
en niños, perros y otros animales)
y el «no tocar, peligro de ignominia»
puede leerse en miles de miradas.
¿A dónde huir, entonces?
Por todas partes ojos bizcos,
córneas torturadas,
implacables pupilas,
retinas reticentes,
vigilan, desconfían, amenazan.
Queda quizá el recurso de andar solo,
de vaciar el alma de ternura
y llenarla de hastío e indiferencia,
en este tiempo hostil, propicio al odio.

«Inventario de lugares propicios al amor» – Ángel González

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«Waiting on an angel» – Ben Harper (Welcome to the cruel world,1994)

La (in)utilidad de los pies para pensar.

«Broken bench, September,20, 1962 New York» – André Kertész, 1962

El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere.(…)Sin duda, nada más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Orán, por el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de amar que se estila. Los hombres y las mujeres o bien se devoran ràpidamente en eso que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco es original. En Orán, como en otras partes, por falta de tiempo y reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta.
«La peste» – Albert Camus,1947

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«The seeker» – The Who (Meaty, Beaty, Big and Bouncy, 1971)

Justo, necesario, correcto. Ya decidiré el orden.

«Two pictures» – Louise Lawier, 1992

«El Álbum»

Nadie de mi familia murió de amor.
Romances sí hubo, no cosa seria.
¿Tísicos Romeos? ¿Julietas con difteria?
No. Alcanzaron la vejez en flor.
¡Ni uno murió de cartas sin respuesta,
con letra por las lágrimas borrosa!
Llegaban vecinos, traje de fiesta,
con anteojos, levita y una rosa.
Nadie se asfixió dentro de un armario
por huir de maridos de sus amantes.
Farales, mantillas ni volantes
echaron a nadie de la foto por falsario.
¡Cuán lejos sus almas del infierno del Bosco!
Sus pistolas no defendían amores furtivos.
(Morían a balazos, mas por otros motivos,
en el frente, en un catre muy tosco.)
Ni la bella, la del moño vistoso,
con ojeras como de bacanal,
partió a vela en pos de un joven fogoso
por el mar de su hemorragia cerebral.
Antes del daguerrotipo quizás hubo amor de veras,
pero no en las fotos de mi familia.
Los días tenían tempo de vigilia
y ellos morían de gripe o de paperas.

«El álbum» – Wislawa Szymborska (¡Qué monada!, 1967)

Tranquilos, hay para todos.

«Henri Matisse» – Henri Cartier-Bresson


ESTILO ABSTRACTO
Otra caracterísitca suya [de los filósofos y ensayistas alemanes posteriores a Kant] es que siempre que pueden (…) eligen la expresión más abstracta, mientras que las personas de talento eligen en cambio la más concreta, porque esta hace más intuitiva la cosa, y la intuición es la fuente de toda evidencia. (…) La razón de esa forma de proceder es que las expresiones abstractas e indeterminadas siempre dejan abierta alguna puerta trasera, cosa que mucho les gusta a aquellos a quienes la tácita conciencia de su incapacidad les infunde un constante temor a todas las expresiones decididas.

ESTILO DESCUIDADO
Pocos escriben como construye un arquitecto, que primero ha trazado sus planos y los ha pensado hasta los últimos detalles, sino que la mayoría lo hace como se juega a dominó. En efecto, al igual que en ese juego se van perdiendo fichas una junto a otra, en parte siguendo un propósito, en parte al azar, así también sucede con la coherencia y la concatenación de las frases. Apenas saben qué figura resultará en conjunto y dónde va a ir a parar todo. Muchos no saben ni siquiera eso, sino que escriben igual que los pólipos de coral construyen: juntan un periodo a otro, y que sea lo que Dios quiera.

ESTILO DIFÍCIL
Todos los autores mediocres tratan de enmascarar el estilo que les es propio y natural (…) y tienden a dar la apariencia de que han pensado cosas más profundad que lo que en realidad ha sido el caso. Por ello, presentan lo que tienen que decir en giros forzados y difíciles, con palabras recién creadas y periodos excesivamente largos, que dan vueltas alrededor del pensamiento y lo ocultan. Oscilan así entre el intento de comunicarlo y el de esconderlo. Lo que les gustaría es recortarlo y persentarlo de tal manera que recibiese una apariencia erudita o profunda, para que se piense que detrás hay más que lo que en ese momento se percibe.

ESTILO ININTELIGIBLE
Nada más fácil que escribir de manera que no haya quien lo entienda, al igual que nada es más difícil que expresar pensamientos de peso de modo tal que nadie pueda decir que no los entiende. Lo ininteligible está emparentado con la carencia de inteligencia y, en todo caso, es infinitamente más probable que esconda una mistificación que un pensamiento muy profundo.

ESTILO «SUBJETIVO»
El estilo no debe ser subjetivo, sino objetivo, para lo que es necesario disponer las palabras de manera que fuercen al lector a pensar exactamente lo mismo que ha pensado el autor. Pero esto solo se logrará cuando el autor tenga en cuenta constantemente que los pensamientos siguen la ley de la gravedad: recorren el camino de la cabeza al papel mucho más fácilmente que el que va del papel a la cabeza.

«Parerga y paralipómena» – Arthur Schopenhauer, 1868

Siempre lo contrario.

Intentas escribir algo sorprendente, ingenioso. Pretendes fingir un poco, exagerar otro tanto y dramatizar sentimientos.Piensas que es justo ahora, en este verso, donde vas a volcar todo lo negativo que llevas tiempo acumulando. Dando nombres y fechas. Mencionando situaciones y conversaciones concretas para que no haya lugar a dudas. Y cuando lo relees te das cuenta de que no podría estar más lejos de todo lo que intentabas decir. «Quizá no sea el momento» piensas. Y resulta una explicación de lo más conciliadora.

Jacques Prévert, París – Robert Doisneau

Las dos de la tarde.
Sillas, pasos, ruido de mandíbulas.
Hay un niño
llorando por costumbre
en la mesa de al lado.
También los camareros
se agarran a la costumbre
para no mandar al carajo
al típico pesado
que los llama de usted.

Bebo agua.
No por abstinencia
sino porque el vaso de vino
tiene un extraño reflejo
de algo que parece suciedad.
De todas formas,
no conviene emborracharse
cuando se está sola.
Siempre se necesita a alguien
que luego te reconstruya
la palabrería inútil
que anda suelta
después de la tercera copa.
Esa que por otra parte,
al menos en mi caso,
es la más provechosa.

Olvido mi provisional ley seca
establecida por la vaguería
del lavavajillas.
Cuando traen el bistec,
el cuchillo, como no,
no sería una amenaza
ni para un trozo de paté.
Así que también tocará
ponerme a régimen;
porque después de tanta agua
no me apetece nada
convertirme en la típica pesada
que llama a los camareros de usted.

El ritmo de las mandíbulas
disminuye con el postre,
eso sí,
el niño no se rinde.

Resulta que comer sola
no es desagradable
por la orfandad de la silla de enfrente,
sino por no tener a nadie
a quien poder quejarme
por aquel extraño reflejo
(a las tres sentencio
que definitivamente es suciedad)
en mi copa de vino vacía.

«Juego de sillas» – Anastasia K.

«Fast car» – Tracy Chapman (Tracy Chapman,1988)

A tener en cuenta.

(…)
el sol continuará saliendo por el este;
los días, durando venticuatro horas;
los hombres, amando a las mujeres;
la lluvia, cayendo en vertical.

«Poema para los progresistas» – Roger Wolfe

Que no conduzca al error.

«Muchacha en la ventana» – Salvador Dalí, 1925

Me hago el honor de resignarme

sólo esta noche
como descanso
mañana temprano abriré los ojos
seré otra vez valiente y ordinario
rebelde con las manos en los bolsillos
eterno con la muerte en el ojal
sólo esta noche en que no hay luna
creerme que voy
creerme que vengo
creer que mi corazón ya no podrá jamás
aumentar de tamaño y de nostalgias
sólo esta noche
por favor
por piedad
sentirme vencido
humilde
devastado
hecho y deshecho con desechos de Dios
puesto a soñar sin vistobueno
dado a mentir sin esperanza
pero sabiendo que se trata
sólo de esta noche estéril y única
mañana a las siete abriré los ojos
y otra vez pondré el hombro sin quejarme
y escucharé el estruendo universal
sin que me engañen ruidos secundarios.
«Cinco veces triste (5.Ruidos secundarios)» – Mario Benedetti.

Fácil, en teoría.

Marlon Brando – «Streetcar named Desire(Un tranvía llamado Deseo)»,1951 by Elia Kazan

16 DE MAYO.

Ahora bien, yo aconsejo a quien no tiene seguridad ni de la mano ni de los ojos y por ende de la victoria, que intente sus maniobras amorosas en el primer estadio de la pasión, porque entonces al mismo tiempo que está dominado por las fuerzas sobrenaturales, también las posee dentro de sí mismo, y este dominio nace de una singular mezcla de simpatía y egoísmo.
Pero en este estadio le faltará goce: el goce de la situación, porque él mismo resulta sometido y se sumerge y se oculta en ella. Obtener lo más hermoso es siempre difícil; lograr lo interesante, en cambio, es fácil. Pero siempre es conveniente aproximarse a la cosa lo más posible: éste es el verdadero deleite, y no alcanzo a comprender qué goce buscan otros en su lugar. La mera posesión es algo vulgar y también los recursos de que se sirven tales enamorados son casi siempre bastante mezquinos: no vacilan en emplear el dinero, el poder, la influencia ajena y aun los narcóticos. ¿Qué placer puede brindar un amor si no contiene en sí mismo el abandono absoluto de una de las partes? Siempre es indispensable el espíritu y el espíritu falta comúnmente a esta clase de enamorados.

31 DE JULIO.

He escrito hoy una carta de amor para otro. Encuentro interesante identificarme mediante este recurso con una situación ajena sin tener que sacrificar nada de mi tranquilidad.
Enciendo la pipa, escucho los detalles que me da y le pido las cartas que ella le escribió. Traté siempre de estudiar cómo escribe una joven. El otro está allí como una laucha enamorada y me lee esas cartas, lectura que interrumpo de vez en cuando con alguna breve observación. La muchacha sabe escribir, tiene sentimiento, buen gusto, es prudente; a buen seguro amó ya en la vida, etc.
Por otra parte, cumplo una buena acción, reúno a dos jóvenes a luego me quito de en medio. Cada vez que hago feliz a una pareja, busco para mi luego una víctima, pero procuro la dicha de dos personas y la desdicha de una, a lo sumo. Soy honrado y digno de confianza; nunca engañé a nadie si confió en mi.
Naturalmente yo también logro mi pequeña ganancia, pero es un tributo de derecho. ¿Por qué gozo de tanta confianza? Porque sé latín, estudio celosamente y me guardo para mí mis historias. ¿No soy digno de tanta confianza? Nunca abusé de ella.
«El diario de un seductor» – Soren Kierkegaard

Hoy toca callar.

«Jersey girl» – Tom Waits (Heartattack and Vine, 1980)

«Barbara en nuestro lecho» – Will McBride, 1959

Amanece

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«Wigwam» – Bob Dylan (Self portrait, 1970)

«The royal Tenenbaums» – Wes Anderson (2001)

«These days» – Nico (Chelsea girl,1967)