Cualidad de Penélope.

«Maratón otonial [Осенний марафон – Osenniy Marafon]»- Georgi Daneliya, 1979

Soy un hombre que pasa y no dejará sombra,
un hombre encadenado al polvo del camino,
que ha sembrado de pájaros las horas de los días
y que hizo aroma y sangre la niebla del destino.

Un hombre atormentado igual que nube negra
que esperó sin descanso un viento libre y vivo
para alcanzar auroras por cauces de deseos.
Un hombre, que jamás se ha encontrado a sí mismo.

Levanté arquitecturas de esquinas, desollando
la carne en que los huesos están siempre cautivos,
hice dolor la frase y angustia el desespero
y ojal de pesadumbre sin voz, el terror íntimo.

Sembré auroras sin límites, que desencadenaban
en un futuro, ciegos y oscuros laberintos,
sembré en mi sangre espera, para que el desespero
escribiese en mis venas un continuo latido.

En mi tiempo, luchaban la impaciencia y el odio
huyendo y encontrándose en loco torbelino.
Fui por la vida, hundido en una noche eterna.
Soy un hombre ahogándose en lo que nunca he sido.
«Autorretrato» – Juan Lacomba (Varia de versos humanos,1961)
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«Miles From Nowhere» – Cat Stevens(Tea for the Tillerman,1970)

Merci Beacoup

 «D’Artangan y los tres mosqueteros [Д’Артаньян и три мушкетера]» – Georgi Yungvald-Jilkevich [Георгий Юнгвальд-Хилькевич],1979

Historia cuando ya es tarde.

Robert Frost

Love has earth to which she clings  
With hills and circling arms about—
Wall within wall to shut fear out.
But Thought has need of no such things,
For Thought has a pair of dauntless wings.

On snow and sand and turf, I see
Where Love has left a printed trace
With straining in the world’s embrace.
And such is Love and glad to be.
But Thought has shaken his ankles free.

Thought cleaves the interstellar gloom
And sits in Sirius’ disc all night,
Till day makes him retrace his flight,
With smell of burning on every plume,
Back past the sun to an earthly room.

His gains in heaven are what they are.
Yet some say Love by being thrall
And simply staying possesses all
In several beauty that Thought fares far
To find fused in another star.
"Bond and Free" - Robert Frost

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«Lágrima» – Francisco Tárrega

Pequeñas catástrofes y retratos en collage.

David Foster Wallace

«Para mi inconformista, fabricar alegremente un barrilete y remontarlo para alegría de los chicos presentes no representa una ocupación menor (bajo con respecto a alto, poco con respecto a mucho etc.), sino una coincidencia con elementos puros, y de ahí una momentánea armonía, una satisfacción que lo ayuda a sobrellevar el resto. De la misma manera los momentos de extrañamiento, de enajenación dichosa que lo precipitan a brevísimos tactos de algo que podría ser un paraíso, no representan para él una experiencia más alta que el hecho de fabricar un barrilete; es como un fin pero no por encima o más allá. Y tampoco es un fin entendido temporalmente, una accesión en la que culmina un proceso de despojamiento enriquecedor; le puede ocurrir sentado en el WC, y sobre todo le ocurre entre muslos de mujeres, entre nubes de humo y a la mitad de lecturas habitualmente poco cotizadas por los cultos rotograbados del domingo.
En un plano de hechos cotidianos, la actitud de mi inconformista se traduce por su rechazo de todo lo que huele a idea recibida, a tradición, a estructura gregaria basada en el miedo  y en las ventajas falsamente recíprocas. Podría ser Robinson sin mayor esfuerzo. No es misántropo, pero sólo acepta de hombres y mujeres la parte que no ha sido plastificada por la superestructura social; él mismo tiene medio cuerpo metido en el molde y lo sabe, pero ese saber es activo y no la resignación del que marca el paso. Con su mano libre se abofetea la cara la mayor parte del día, y en los momentos libres la de los demás, que se lo retribuyen por triplicado. Ocupa así su tiempo con líos monstruosos que abarcan amantes, amigos, acreedores y funcionarios, y en los pocos ratos que le quedan libres hace de su libertad un uso que asombra a los demás y que acaba siempre en pequeñas catástrofes irrisorias, a la medida de él y de sus ambiciones realizables; otra libertad más secreta y evasiva lo trabaja, pero solamente él (y eso apenas) podría dar cuenta de sus juegos.»
«Rayuela» – Julio Cortázar,1963.
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«Les fugitifs» – Vladimir Cosma (BSO de la película «Les fugitifs»,1986)

Ni tango ni París.

«El último tango en París» – Bernardo Bertolucci, 1972

Ayer, después de casi once horas en la facultad y ante la inminente hora en autobús, decidí ir a la biblioteca y sacarme un libro para el viaje. Me acordé de las veces que salió el nombre de Rayuela en las conversaciones del taller. Ya en la biblioteca, escogí la edición que más me gustó (o lo que es lo mismo, la más antigua de las disponibles). Cual fue mi sorpresa cuando al abrir el libro en casa descubrí una carta de amor.
Parece ser que me he metido en medio de una correspondencia amorosa entre dos jóvenes y entre recogida y recogida la casualidad ha querido que sacara justamente el libro que la chica eligió para dejar su carta.
Una de esas situaciones en las que no sabes muy bien qué hacer con el descubrimiento y que además, por una razón muy extraña, te hace pensar en cosas de las que ya te habías olvidado.
La semana sigue, pero es una lástima que el chico nunca reciba la carta. Aunque lo más sorprendente de la historia es que quizá haya provocado más revuelo en mí del que hubiera podido provocar en él; aunque todavía me queda por saber en qué terminará mi paralelismo particular (de esos que no tienen nada que ver con lo dicho).
Para que luego digan que las bibliotecas son aburridas y el romanticismo ha muerto.

Apunte pasado por agua.

 Eldar Ryazanov  y Innokenti Smoktunovski
SEMÁFORO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.


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«La lluvia» – Andréi Petróv (BSO de la película «Romance Laboral [Eldar Ryazanov], 1977)

Con las orejas frías.

Love’s the boy stood on the burning deck
truing to recite «The booy stood on
the burning deck.» Love’s the son
stood stammering elocution
while the poor ship in flames went down.

Love’s the obstinate boy, the ship,
even the swimming sailors, who
would like a schoolroom platform, too,
or an excuse to stay
on deck. And love’s the burning boy.

«Casablanca» – Elisabeth Bishop

El amor es el muchacho que estaba en la ardiente cubierta
probando recitar
«el muchacho estaba en la ardiente cubierta».
El amor es el hijo que tartamudea la elocución
mientras el pobre barco en llamas se hundía.

El amor es el obstinado muchacho, el barco,
incluso los marineros nadando,
a los cuales gustaría también un estrado en un aula
o una excusa para estar en cubierta.
Y el amor es el ardiente muchacho.

«Casablanca» – Elisabeth Bishop (Norte & Sur, 2008) Traducción de Sam Abrams y Joan Margarit

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«Circle» – Edie Brickell & New Bohemians (Shooting Rubberbands at the Stars, 1988)

A ver quién reflexiona ahora.

Bertrand Russell con los estudiantes de Princeton, 1944

Escena Muda
El ALCALDE está en el centro, como una columna, con las manos tendidas y abiertas y la cabeza echada hacia atrás. A la derecha, están su esposa y su hija, con todo el cuerpo tendido hacia él; detrás de ellas, el JEFE DE CORREOS, convertido en un signo de interrogación, dirigido hacia el público; detrás de él, LUKA LÚKICH, que se ha perdido en la forma más inocente del mundo; detrás de él, en el extremo mismo de la escena, tres de las damas visitantes están arrimadas la una a la otra con la más satírica de las expresiones en el rostro, aludiendo directamente a la familia del ALCALDE. A la izquierda del ALCALDE están: ZEMLIANIKA, con la cabeza un poco inclinada a un costado, como escuchando algo; detrás de él, el JUEZ, con las brazos muy separados, casi en cuclillas y con los labios contraídos en tal  forma como si quisiera silbar o exclamar: «¡Ya nos llegó el Juicio Final!» Detrás de él está KOROBKIN, quien se dirige a los espectadores con el ojo entornado y aludiendo sardónicamente al ALCALDE; más atrás, en el extremo del escenario, DÓBCHINSKY y BÓBCHINSKY, con los brazos tendidos el uno hacia el otro, boquiabiertos y con los ojos fuera de las órbitas. Los demás visitantes, simplemente, han quedado reducidos a meras columnas. Durante cerca de medio minuto, el grupo petrificado se mantiene en esa actitud.
Baja el telón.
«El inspector» – Nikolái Gógol, 1836

Todavía no queda el silencio.

«Concierto de Piano nº1, 2ndo movimiento [Chaikovski]» – Van Cliburn, 1962

¿Lo sabes? Todo es difícil. Difícil es el amor.
Más difícil su ausencia. Más difícil su presencia o estancia.
Todo es difícil…Parece fácil y qué difícil es
repasar el cabello de nuestra amada con estas manos
materiales que lo estrujan y obtienen.
Difícil, poner en su boca carnosa el beso estrellado que
nunca se apura.
Difícil, mirar los hondos ojos donde boga la vida,
y allí navegar, y allí remar, y allí esforzarse,
y allí acaso hundirse sintiendo la palpitación en la boca, el
hálito en esta boca
donde la última precipitación diera un nombre o la vida.

Todo es difícil. El silencio. La majestad. El coraje:
el supremo valor de la vida continua.
Este saber que cada minuto sigue a cada minuto,
y así hasta lo eterno.
Difícil, no creer en la muerte; porque nadie cree en la
muerte.
Hablamos de que morimos, pero no lo creemos.
Vemos muertos, pisamos
muertos: separamos
los muertos. ¡Sí, nosotros vivimos!
Muchas veces he visto
esas hormigas, las bestezuelas tenaces viviendo,
y he visto una gran bota caer y salvarse muy pocas.
Y he visto y he contado las que seguían, y su divina
indiferencia,
y las he mirado apartar a las muertas y seguir afanosas,
y he comprendido que separaban a sus muertos como
a las demás sobrevenidas piedrecillas del campo.

Y así los hombre cuando ven a sus muertos
y los entierran, y sin conocer a los muertos viven, aman,
se obstinan.

Todo es difícil. El amor. La sonrisa. Los besos de los
inocentes que se enlazan y funden.
Los cuerpos, los ascendimientos del amor, los castigos.
Las flores sobre su pelo. Su luto otros días.
El llanto que a veces sacude sus hombros. Su risa o su
pena.
Todo: desde la cintura hasta su fe en la divinidad;
desde su compasión hasta esa gran mano enorme y exten-
sa donde los dos nos amamos.

Ah, rayo súbito y detenido que arriba no veo.
Luz difícil que ignoro, mientras ciego te escucho.

A ti, amada mía difícil que cruelmente, verdaderamente
me apartarás con seguridad del camino
cuando yo haya caído en los bordes, y en verdad no lo
sepas.
«Difícil» – Vicente Aleixandre («Historia del corazón[1945-1953],1954)

Mientras tema, no pensaré.


«Pasajeros en la estación de tren de Chicago» -Stanley Kubrick, 1949

En realidad, ¿cuánto transcurrió? Hoy en día no soy capaz de calcular la duración de aquellos sucesos. La única medida de que dispongo es esta: estoy segura de que no pudo pasar tanto tiempo como yo creí en aquellos momentos. La terraza y el espacio circundante, el césped y el jadín que se extendía más allá, todo lo que alcanzaba ver del parque, todo, absolutamente todo, estaba vacío, sumido en una extraña soledad. Había árboles y arbustos, pero recuerdo haber sentido la completa certeza de que no se encontraba escondido tras ninguno de ellos. O estaba allí, o no estaba; y si no lo veía es que no estaba. Me aferré a aquel razonamiento; y entonces, instintivamente, en lugar de volver por donde había venido, fui hacia la ventana. Tenía la confusa intuición de que debía colocarme en el mismo lugar en el que él se había situado, y así lo hice. Apoyé mi rostro en el cristal y miré, como había mirado él, hacia el interior. Entonces, como para darme la oportunidad de reconstruir la situación, la señora Grose entró en el comedor procedente del vestíbulo, igual que yo lo había hecho antes. Así tuve una visión repetida de lo que había ocurrido. Ella me vio, como yo había visto antes a nuestro visitante; se paró en seco, como yo había hecho; creo que en parte le transmití el sobresalto que yo misma había sentido. Se puso blanca, y eso me hizo preguntarme si yo también habría palidecido antes del mismo modo. Se quedó mirándome, en suma, y luego se retiró por el mismo sitio por donde yo lo había hecho, y supe que iba a recorrer el mismo camino que yo y que pronto la tendría ante mí. Permanecí donde estaba mientras me asaltaban toda clase de pensamientos. Pero sólo dispongo de espacio para mencionar uno de ellos. Me pregunté, asombrada, por qué también ella se había asustado.
«Otra vuelta de tuerca [The Turn of the Screw]» – Henry James, 1898
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«Ballada nº4 de Chopin» – Arthur Rubinstein