Fácil, en teoría.

Marlon Brando – «Streetcar named Desire(Un tranvía llamado Deseo)»,1951 by Elia Kazan

16 DE MAYO.

Ahora bien, yo aconsejo a quien no tiene seguridad ni de la mano ni de los ojos y por ende de la victoria, que intente sus maniobras amorosas en el primer estadio de la pasión, porque entonces al mismo tiempo que está dominado por las fuerzas sobrenaturales, también las posee dentro de sí mismo, y este dominio nace de una singular mezcla de simpatía y egoísmo.
Pero en este estadio le faltará goce: el goce de la situación, porque él mismo resulta sometido y se sumerge y se oculta en ella. Obtener lo más hermoso es siempre difícil; lograr lo interesante, en cambio, es fácil. Pero siempre es conveniente aproximarse a la cosa lo más posible: éste es el verdadero deleite, y no alcanzo a comprender qué goce buscan otros en su lugar. La mera posesión es algo vulgar y también los recursos de que se sirven tales enamorados son casi siempre bastante mezquinos: no vacilan en emplear el dinero, el poder, la influencia ajena y aun los narcóticos. ¿Qué placer puede brindar un amor si no contiene en sí mismo el abandono absoluto de una de las partes? Siempre es indispensable el espíritu y el espíritu falta comúnmente a esta clase de enamorados.

31 DE JULIO.

He escrito hoy una carta de amor para otro. Encuentro interesante identificarme mediante este recurso con una situación ajena sin tener que sacrificar nada de mi tranquilidad.
Enciendo la pipa, escucho los detalles que me da y le pido las cartas que ella le escribió. Traté siempre de estudiar cómo escribe una joven. El otro está allí como una laucha enamorada y me lee esas cartas, lectura que interrumpo de vez en cuando con alguna breve observación. La muchacha sabe escribir, tiene sentimiento, buen gusto, es prudente; a buen seguro amó ya en la vida, etc.
Por otra parte, cumplo una buena acción, reúno a dos jóvenes a luego me quito de en medio. Cada vez que hago feliz a una pareja, busco para mi luego una víctima, pero procuro la dicha de dos personas y la desdicha de una, a lo sumo. Soy honrado y digno de confianza; nunca engañé a nadie si confió en mi.
Naturalmente yo también logro mi pequeña ganancia, pero es un tributo de derecho. ¿Por qué gozo de tanta confianza? Porque sé latín, estudio celosamente y me guardo para mí mis historias. ¿No soy digno de tanta confianza? Nunca abusé de ella.
«El diario de un seductor» – Soren Kierkegaard