¿Recuerdas aquella noche de enero en que todo cambió? — por diego

¿Recuerdas aquella noche de enero en que todo cambió? Seguro que sí. No se aprende a saltar al vacío sabiendo que esta vez no hay red, que puedes volar o matarte y no recordarlo.

Puede que haya más ocasiones o puede que sea la única vez que le echas huevos, que decides vivir o morir, que te arriesgas. Puede que no salga bien y termines esparcido metros más abajo o, tal vez, puede que sepas volar y el salto, ese segundo de pánico y vértigo, ese miedo a morir, sea el precio a pagar por saber el resto de tus días que puedes. Lo que sea. Tú puedes.

Y puede que esa noche de enero, aquella tarde fría y difícil, aquel miedo que mordía la boca del estómago, aquella bilis que tocó tragar, fuesen necesarios. Puede que desde entonces sepas lo que es sonreír, que hayas aprendido otra vez a coger de la mano al pasear y a mirar a los ojos durante el sexo, que te duermas sonriendo, que las carcajadas ya no te resulten forzadas. Que contagies con sonrisas y besos al tercer vértice de la relación rota.

¿Y sabes qué? Ha merecido la pena. Por él, por mí, por ella. Pero sobre todo por mí. El miedo, el instante de pánico, la bilis subiendo por la garganta y alcanzando el cielo de la boca, eran el precio a pagar. Y saberse vivo, saberse capaz, saberse fuerte, lo vale con creces.

¿Recuerdas aquella noche de enero en la que todo cambió? — por Anastasia

¿Recuerdas aquella noche de enero en que todo cambió? Recuerdo los nervios, la incertidumbre, el pesimismo. La total seguridad en que pasase lo que pasase ya nada iba a ser lo mismo. Prepararse durante semanas para confiar en alguien y aún así llegado el momento saber que toda la preparación fue inútil.

Recuerdo estar en una cama pequeña y fría, tapada hasta las orejas y sentir que no había fuente de calor suficiente para calentarme. Recuerdo ser una mujer fuerte e independiente y dejar mi corazón en manos de alguien. Recuerdo la esperanza, pequeña como una luciérnaga tonta que sube por tu hombro y a la que quieres aplastar para que no te permita estar viva en vano.

También recuerdo la explosión, el repentino calor del alivio, el miedo de haber acertado. Sentir que no sabes si eres feliz o tienes miedo. Coger una mano y luego abarcar un cuerpo entero de alguien a quien por fin conoces y a quien no sabes qué decir. No querer ser feliz, no querer gritar que que eres ridiculamente feliz porque aún no es momento de celebrarlo.

Recuerdo la calma. El día en el que por fin no existía ningún ruido exterior y podía cerrar los ojos sin reparar en el mundo y respirar. Aún respiro. Ahora soy capaz de estar respirando.

There are no tomorrows.

Se pueden ensayar muchas cosas: puedes ensayar una cara cuando el hastío llega hasta lo más profundo de tu cuerpo, una respiración cuando nada encaja, las palabras que antes has escogido para defenderte. Pero ¿qué hacer cuando los ensayos no valen? Los actores que has ido reuniendo a lo largo de todos estos años se han ido retirando de escena y dejan un animalillo bajo el foco. Ultimamente todo son burbujas que siguen gravitando a mi alrededor, pequeñas pompas rebeldes que acaban guardando lo más preciado. Puede que no llegue a decidir nada hoy, ni mañana…pero ellas suben y suben y suben…

Esbozo

En el fondo la ciudad
sólo espera nuestro agotamiento.
Puedes omitirla en el cuadro.
Quedarse con el color exacto
de la gente cuando se funde con la acera
es otra cosa.
Encontrarte en medio de tanta figura geometrica
te costará tiempo, practica
y un dolor aterciopelado
al perder las palabras que creías
que eran tuyas.

He olvidado el significado de tantos términos
que ahora por fin puedo entenderlos.

Las alas son lo de menos

EL ÁNGEL ÁNGEL

Y el mar fue y le dio un nombre
y un apellido el viento
y las nubes un cuerpo
y un alma el fuego.
La tierra, nada.
Ese reino movible,
colgado de las águilas,
no la conoce.
Nunca escribió su sombra
la figura de un hombre.

Rafael Alberti


Obligarse a releer(se)

 El espejo –  Andrei Tarkovski (1975)

We’re just two lost souls
Swimming in a fish bowl,
Year after year,
Running over the same old ground.
What have we found?
The same old fears. 

Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo.

No son raíces, son anclas en sus manos.
Nunca imaginará mi pelo al viento
mientras esté rozando su brazo casi sin querer
en un cuarto que me he apropiado.
Yo seré tarde extraña al separarse la primavera del frío
pero ya no seré lejana.
Mientras teja mis redes de nieve
él dormirá sin echarme de menos.
Estoy demasiado cerca para que él sueñe conmigo,
demasiado conocida en medio del colchón,
rota en el desgaste, falta de armonía
que encuentras en los ojos de un extraño.
Cerramos los párpados con el mismo empeño,
tocamos tierra en silencio, sin acercarse al otro.
Está demasiado cerca como para soñar conmigo.
La gravedad acabará con nuestros cuerpos.

¿Y ahora?


Doblo camisetas con una seguridad pasmosa
como si me debieran algo las sombras inexactas
que pasean fuera.
“No es necesario pensar” me digo
y todo acaba en un acto de benevolencia.
Acumulo polvo, y asco y casi muerte y película protectora
que da lo justo como para envolver medio pecho.
Invito al desastre, cada año con más premeditación,
y luego llamo desastre al café, al tabaco, a la cerveza…
Busco vejez porque es una palabra fea,
y busco “libre” por prácticamente todo lo contrario.
Afeo la memoria y la acaricio
como el que acaricia a un erizo herido.
¿Ya lo he dicho?
Doblo camisetas con una seguridad pasmosa.
Ahora tú.

Sequía.

me acuerdo de pensar en ecuaciones
básicas cuando alguien muere
me acuerdo de los dos árboles, uno
más alto que el otro
cerca de mi casa
y prometerme no olvidarlos nunca
me acuerdo de que el secreto está
en que no te importe que te duela