Cuando los camaleones se vuelven daltónicos.

«Jack Lemmon & Harold Lloyd» – Leo Fuchs, 1964

«El mundo está bien hecho»

Perdidamente enamorada la mujer del sombrero enorme, caía torrencialmente en forma de pirata que viene a sacudir todos los árboles, a elevar hacia el cielo las raíces desengañadas que no sonríen ya con sus dientes de esmeralda. ¿Qué esperaba? Tras la lluvia el corazón se apacigua, empieza a cantar y sabe reír para que los pájaros se detengan a decir su recado misterioso. Pero la prisa por florecer, este afán por mostrar los oídos de nácar como un mimo infantil, como una caricia sin las gasas, suele malograr el color de los ojos cuando sueñan. ¿Por qué aspiras tú, tú, y tú también, tú , la que ríes con tu turbante en el tobillo, levantando la fábula del metal sonorísimo; tú, que muestras tu espalda sin temor a las risas de las paredes? Si saliéramos, si nos perdiéramos en el bosque, encontraríamos la luna cambiando, ajustando a la noche su corona abolida, prometiéndole una quietud como un gran beso. Pero los árboles se curvan, pesan, vacilan y no me dejan fingir que mi cabeza es más liviana que nunca, que mi frente es un arco por el que puede pasar nuestro destino. ¡Vamos pronto! ¡Avivemos el paso! ¿No ves que, si te retrasas, las conchas de la orilla, los caracoles y los cuentos cansados abrirán su vacilación nacarina para entonar su vaticinio subyugante? Corramos, antes que los telones se desplieguen. Antes que los pelos del lobo, que el hocico de la madriguera, que los arbustos de la catarata se ericen y se detengan en su caída. Antes que los ojos de este subuselo se abran de repente y te pregunten. Corramos hacia el espanto.

Pero no puedes. Te sientas. Vacilas pensando que los pinchos no existen más que para bisbisear su ensueño, para acariciarte tus extremos. Tus uñas no son hierro, ni cemento, ni cera, ni catedrales de pórfido para niños maravillados. No las besarán las auroras para mirarse las mejillas, ni los ríos cantarán la canción de las guzlas, mientras tú extiendes tu brazo hacia el ocaso, hasta tocar, tamborilear la mañana reflejada. Entonces, vámonos. Me urge. Me ansía. Me llama la realidad de tu panoplia, de las cuatro armas de fuego y de luna que me aguardan tras de los valles romancescos, tras de ti, sombrío desenvolvimiento en espiral. Por eso tú llevas una cruz violeta en el pecho, una cruz que dice: «Este camino es verde como el astro más reciente, este que está naciendo en el ojo que lo mira.» La cruz toca tu seno, pero no se hiere; llega a las palmas de tus manos, pero no desfallece; sube hasta la sinrazón de las luces, hasta la gratuidad de su nimbo donde las flechas se deshacen.

Si hemos llegado ya, estarás contemplando cómo la pared de cal se ha convertido en lava, en sirena instantánea de «Dime, dime para que te responda»; de «Ámame para que te enseñe»; de «Súmete y aprenderás a dar luz en forma de luna», en forma de silencio que bese la estepa del gran sueño. «Ámame», chillan los grillos. «Ámame», claman los cactos sin sus vainas. «Muere, muere», musita la fría, la gran serpiente larga que se asoma por el ojo divino y encuentra que el mundo está bien hecho.
«El mundo está bien hecho» – Vicente Aleixandre ( Pasión de la tierra,1928-1929)

Locura controlada.



Andy Warhol(1928 – 1987)

«El pensamiento – para darle un nombre más noble del que merecía – había hundido su caña en el río. Oscilaba, minuto tras minuto, de aquí para allá, entre los reflejos y las hierbas, subiendo y bajando con el agua, hasta – ya conocéis el pequeño tirón – la súbita conglomeración de una idea en la punta de la caña; y luego el prudente tirar de ella y el tenderla cuidadosamente en la hierba. Pero, tendido en la hierba, qué pequeño, qué insignificante parecía ese pensamiento mío; la clase de pez que un buen pescador vuelve a meter en el agua para que engorde y algún día valga la pena cocinarlo y comerlo. No os molestaré ahora con este pensamiento , aunque, si observáis con cuidado, quizá lo descubráis vosotras mismas entre todo lo que voy a decir.

Pero, por pequeño que fuera, no dejaba de tener la misteriosa propiedad característica de su especie : devuelto a la mente, en seguida se volvió muy emocionante e importante; y al brincar y caer, y chispear de un lado a otro, levantaba tales remolinos y tal tumulto de ideas que era imposible permanecer sentado. «
«Una habitación propia» ( A room of one’s own) – Virginia Woolf, 1929

Imaginemos.


Harry Houdini (1874 – 1926)

Sí; a veces el pensamiento más disparatado, la idea más imposible se apodera de nosotros con tal fuerza que acabamos por creerla realizable…
Más todavía : si esa idea se asocia a un deseo violento, apasionado, en ocasiones la acepta uno como algo fatal, necesario, impuesto por el destino, como algo que no puede por menos que suceder. Es posible que medie en ello alguna coincidencia de presentimientos, un inusitado esfuerzo de la voluntad, una autointoxicación de la propia fantasía o algo por el estilo, no lo sé; pero aquella noche, que jamás olvidaré en mi vida, hubo de sucederme algo prodigioso. Aunque se explica perfectamente por la aritmética, sin embargo sigue siendo para mí algo prodigioso.
(…)
El juego se da, por ejemplo, rojo, y sigue saliendo durante diez y hasta quince veces seguidas. Anteayer mismo oí decir que durante la semana pasada el rojo se dio veintidós veces consecutivas. Era el hecho sin precedentes en la ruleta, y lo contaban con asombro.
Como se comprende, todos abandonaron en seguida el rojo y hasta pasadas diez vueltas, por ejemplo, casi nadie se atrevió a apostar por él. Pero los jugadores expertos tampoco apuestan al negro, el color contrario. El jugador experto sabe lo que significa ese «capricho de la suerte». Parece, por ejemplo, que después de dieciséis veces seguidas de salir el rojo, la número diecisiete debería corresponder al negro. Así piensan los expertos, que duplican y triplican en masa sus posturas y pierden de un modo terribe.
En cuanto a mí, movido por un extraño capricho, al advertir que el rojo había salido siete veces seguidas, me aferré a él con toda intención. Estaba persuadido de que esto se debía en gran parte al amor propio; quería asombrar a los presentes con aquel riesgo insensato,y – ¡oh, extraña sensación! – recuerdo perfectamente que, en efecto, sin que interviniera para nada el amor propio, me acometió de pronto una espantosa ansia de correr el peligro. Es posible que al pasar por tantas sensaciones el alma no se sacie, sino que se irrite con ellas y exija más todavía, sensaciones más y más fuertes, hasta el agotamiento total.

«El jugador [Игрок, Igrok]» – Fiódor Dostoievski, 1867

Apuntes para el futuro.


Stalin,Roosevelt y Churchill en Yalta(1945)

Si el arte enseña algo ( al artista en primer lugar) es a apreciar la individualidad de la existencia del ser humano. Siendo la más antigua ( y la más directa) forma de individualidad, el arte, queriendo o no, premia en un hombre precisamente su sentimiento de individualidad, particularidad y singularidad, transformándolo de un animal social a un individuo. Muchas cosas se pueden dividir: el pan, el lecho, las convicciones, a tu amada, pero no un poema, digamos de Rainer Maria Rilke. Las obras de arte – particularmente las literarias y concretamente las poéticas – se dirigen al hombre “tet-a-tet”, creando una comunicación directa, sin terceras personas. Precisamente por ese motivo, muchos de los cuidadores del bien general, dueños de las masas y preocupados por la necesidad histórica, no gustan mucho del arte en general, de la literatura en particular y de la poesía en concreto. Ocurre esto ya que por donde ha pasado el arte, donde se ha leído un poema, ellos descubren que en lugar del esperado consenso y unanimidad, existen discrepancias e indiferencia, en lugar de deseos de actuar, descubren la falta de atención y el asco. Dicho de otra forma: a los ceros con los que los cuidadores del bien general y los dueños de las masas desean operar, el arte les añade puntos, puntos y comas y guiones, convirtiendo cada cero en una cara humana, aunque esta no siempre sea del todo atractiva.
(…)
La filosofía de un gobierno, su ética, sin hablar ya de su estética, es siempre “el ayer”; la lengua, la literatura, siempre “el hoy” y, muy frecuentemente sobre todo dependiendo de lo ortodoxo que es uno u otro sistema político, incluso es “el mañana”. Uno de los méritos de la literatura consiste en eso: ayuda al ser humano a fijar el tiempo de su existencia, a distinguir a sí mismo entre la multitud de sus predecesores, a evitar la tautología o lo que es lo mismo, evitar convertirse en una “víctima de la historia”. El arte en general y la literatura en particular, es maravillosa y distinta de la vida real precisamente por eso, porque huye de la repetición. En la vida cotidiana, puedes contar el mismo chiste varias veces y varias veces causará carcajadas, convierténdote en el alma de una fiesta. En literatura ese tipo de conducta se denomina “cliché”.
(…)
Hoy en día es muy popular el convencimiento de que el escritor, especialmente el poeta, tiene que utilizar en sus obras la lengua de las multitudes. A pesar de lo democrático y de las claras ventajas practicas de este punto de vista, esta afirmación pretende hacer que la historia se apodere del arte, en este caso de la literatura en particular. Solo si decidimos que el “homo sapiens” debe frenarse en su desarrollo, podemos permitir que la literatura hable en la lengua de las multitudes. En caso contrario, es la multitud la que debería hablar en la lengua de la literatura.
(…)
No llamo a la sustitución de un gobierno por una biblioteca – a pesar de que esa idea me ha venido a la cabeza muchas veces – pero no dudo de que, si eligiéramos a nuestros políticos basándonos en su experiencia como lectores y no en sus programas políticos, en el mundo habría mucha menos desgracia. Me parece que a los potenciales gobernadores de nuestro destino habría que preguntarles primero no cómo ven el curso de la política mundial sino qué opinión tienen de Stendhal, Dickens o Dostoievski.
(…)
Sólo diré – no por propia experiencia por desgracia, sino sólo teóricamente – que considero que para una persona que ha leído a Dickens, disparar a un semejante en nombre de cualquier ideología, sería más complicado que para una persona que no ha leído a Dickens. Hablo precisamente de leer a Dickens, Stendhal, Dostoievski, Balzak, Melville…osease de literatura, no de la cultura o la educación. Una persona culta y educada puede perfectamente, después de leer este u otro tratado político, matar a un semejante e incluso experimentar cierto placer haciéndolo. Lenin era culto, Stalin era culto, Hitler también, Mao incluso escribía poesía: la lista de sus victimas, sin embargo, supera con creces su lista de lecturas.

(…)

El que escribe un poema lo escribe precisamente porque el acto de escribir poesía es un increíble acelerador de la conciencia, del pensamiento y de la apreciación del mundo. Habiendo experimentado esa sensación una vez, una persona ya no puede dejar de repetir esa experiencia, cae en una dependencia de dicho proceso como caen en dependencia de las drogas o del alcohol. Al hombre que se encuentra en esa dependencia de la lengua, creo yo, es al que podemos llamar poeta.

Discurso de aceptación del Premio Nobel, Joseph Brodsky [Traducción Anastasia K.] (1987)

Respuestas convexas.

Llevo dos semanas sin mi eterno reloj de muñeca.
Desde siempre he sentido cierto miedo (que no llega a ser pánico) de vivir el día a día sin la hora colgando de mi mano, seguramente mi manía para con la impuntualidad también ha contribuido. Cuando mis amigos ( al fijarse en el rastro color blanco nuclear que me ha dejado la asuencia de reloj) me preguntan el porqué de este repentino e impropio de mí cambio de conducta, me divierte poner cara seria y decir algo del tipo : «Estoy en una nueva fase de mi vida en la que no quiero sentirme atada por el tiempo.» Mis amigos, que ya saben de mis desvaríos pero no siempre entienden mis intenciones, simplemente sonrien con cara de «no te entiendo, pero son muchos años así que dejémoslo estar».
Me imagino que por eso intento (véase la importancia del verbo) escribir poemas : me divierte más soltar algo como «no quiero sentirme atada por el tiempo». Eso aún sabiendo que el reloj no esta simplemente porque me quiero deshacer de mi moreno irregular. Cosas de la edad supongo.

«Break Time, Rockefeller Center»,1932

«Blowin’ In The Wind» – Bob Dylan (The Freewheelin’ Bob Dylan,1963)

Reincidencias



Charlie Chaplin (1889-1977)

t’s nine o’clock on a saturday,the regular crowd shuffles in.There’s an old man sitting next to me,makin’ love to his tonic and gin.He says, «Son, can you play me a memory? I’m not really sure how it goes,but it’s sad and it’s sweet and I knew it complete when I wore a younger man’s clothes.»Sing us a song, you’re the piano man,sing us a song tonight.Well, we’re all in the mood for a melody and you’ve got us feelin’ alright.Now john at the bar is a friend of mine.He gets me my drinks for free and he’s quick with a joke or to light up your smoke but there’s someplace that he’d rather be.He says, «Bill, I believe this is killing me,as the smile ran away from his face.Well I’m sure that I could be a movie star if I could get out of this place.» Now Paul is a real estate novelist,who never had time for a wife and he’s talkin’ with Davy who’s still in the navy and probably will be for life.And the waitress is practicing politics as the businessmen slowly get stoned.Yes, they’re sharing a drink they call loneliness but it’s better than drinkin’ alone.Sing us a song, you’re the piano man,sing us a song tonight.Well, we’re all in the mood for a melody and you’ve got us feelin’ alright.It’s a pretty good crowd for a saturday and the manager gives me a smile’cause he knows that it’s me they’ve been comin’ to see to forget about life for a while.And the piano, it sounds like a carnival and the microphone smells like a beer and they sit at the bar and put bread in my jar and say, man, what are you doin’ here?

«Piano Man» – Billy Joel (Piano Man,1973)

Volver a aprender.

Esta mañana en el trabjo, les dimos a los niños una bolsa de chucherías como regalo de fin de curso en la escuela de tenis. Cuando se lo di a Paula, me dijo :»Mi tia me debía unos zapatos desde mi cumple y me los va a dar esta tarde y ahora también tengo chuches. ¿Y sabes que? En casa también tengo una piruleta.» Se quedó pensando un rato, me miró y muy seria me dijo : » Creo que hoy es mi dia de suerte.»
Me di cuenta de que con los años, perdemos la habilidad para aceptar la suerte con esa sencillez, le damos demasiada importancia, y cuando algo nos sale mal, le echamos la culpa a nuestra «mala suerte», que es lo mas sencillo y nos evita el mal trago de llegar a la conclusión de que nosotros mismos tenemos la culpa o , lo que es aún más frecuente, nadie la tiene. Si simplemente mantuvieramos esa capacidad de considerar suerte a cualquier guiño del destino, los fracasos seguramente no nos sabrían tan amargos mientras que una piruleta podría llegar a ser el símbolo de un verdadero triunfo.Mientras tanto…
Bonne Chance.


«La infancia de Iván» («Ivanovo detstvo»[«Иваново детствo»],1962) – Andréi Tarkovski (Андрей Тарковский )

«Collige, virgo , rosas.»
Estás ya con quien quieres. Ríete y goza. Ama.
Y enciéndete en la noche que ahora empieza,
y entre tantos amigos (y conmigo)
abre los grandes ojos a la vida
con la avidez preciosa de tus años.
La noche, larga, ha de acabar al alba,
y vendrán escuadrones de espías con la luz,
se borrarán los astros, y también el recuerdo,
y la alegría acabará en su nada.

Más, aunque así suceda, enciéndete en la noche,
pues detrás del olvido puede que ella renazca,
y la recobres pura, y aumentada en belleza,
si en ella, por azar, que ya será elección,
sellas la vida en lo mejor que tuvo,
cuando la noche humana se acabe ya del todo,
y venga esa otra luz, rencorosa y extraña,
que antes que tú conozcas, yo ya habré conocido.

«Collige,virgo,rosas» – Francisco Brines ( El otoño de las rosas, 1986)

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«Day too soon» – Sia ( Some people have real problems, 2008)

Ni tanto, ni tan poco.

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«Hold On» – Tom Waits

«El Prólogo»
EL prólogo es, a un tiempo, lo primero y lo último de todo libro. Tiende a explicar el objetivo de la obra, o bien a justificarla y a responder a la crítica. Pero el propósito moral y las diatribas periodísticas suelen tener sin cuidado a los lectores. De ahí que no lean los prólogos. Y es una lástima que así suceda, máxime en nuestro país. Nuestro público es aún tan joven e ingenuo, que no comprende la fábula si no encuentra el final de la moraleja. No adivina la broma ni percibe la ironía; está, sencillamente, mal educado. Ignora todavía que en una sociedad correcta y en un libro correcto no caben inventivas desembozadas; que la cultura moderna ha ideado un arma más punzante, casi invisible, aunque no por ello menos mortífera, que,amparándose en el ropaje de la adulación, asesta un golpe certero y fatal. Nuestro público se parece al provinciano que, oyendo una conversación entre dos diplomáticos, pertenecientes a dos cortes hostiles, quedara convencido de que ambos engañaban a sus gobiernos en aras de una amistad mutua y tiernísima.
(…)
Disculpadme: se han venido sirviendo a las gentes demasiadas golosinas; por eso tienen estropeados los estómagos: se precisan medicamentos amargos,verdades acerbas. Sin embargo, no se os ocurra pensar, después de eso, que el autor de este libro ha tenido alguna vez la fatua pretensión de corregir los vicios humanos. ¡Dios le libre de tamaña ignorancia! Sencillamente, le divierte describir al hombre contemporáneo, tal como le entiende, y al cual, para su desgracia y la vuestra, ha encontrado
con demasiada frecuencia. Ya es de por sí suficiente haber indicado la enfermedad; pero cómo curarla,¡eso Dios lo sabe!

«Un heroe de nuestro tiempo» («Geroi nashego vremeni» – 1839-1840) – Mijaíl Yúrievich Lérmontov (Михаил Юрьевич Лермонтов)

Un punto de partida, como otro cualquiera.

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«Like A Rolling Stone» – Bob Dylan

«En Los Reinos De La Casualidad»
«Todavía estaba lejos de saber que el corazón no es una habitación para uno o dos huéspedes, sino un campamento por donde pasan tribus a la deriva, visitantes de una noche, gente indeseable que llega, saluda y se marcha, gente indeseable que llega , saluda y se apodera de un rincón que no abandona jamás, un campamento en donde a veces luce el sol y en donde a veces ruge el viento, un lugar tan pronto atestado como vacío, una ciudad sin orden para la que no existe más guía que un viejo volumen de edición única, con las páginas en blanco, y que se destruyó en uno de los saqueos e incendios del campamento.»

«En Los Reinos De La Casualidad» – Carlos Marzal