Mientras, no conviene parpadear.

Willy Ronis. Place Vendome, Paris, 1947

Un día, oyó relatar en un salón, un proceso criminal que se instruía y que iba a sentenciarse. Un hombre miserable, por amor a una mujer y al hijo que ella tenía, y falto de todo recurso, había acuñado moneda falsa. En aquella época, se castigaba aún este delito con pena de muerte. La mujer, había sido presa, al poner en circulación la primera pieza falsa fabricada por el hombre. La tenían presa, pero carecían de pruebas contra ella. Sólo ella podía declarar contra su amante y perderle, confesando. Negó. Insistieron. Se obstinó a negar. En esto, el procurador del rey tuvo una idea: suponer la infidelidad del amante. Lo consiguió, con fragmentos de cartas sabilmente combinados, presuadiendo a la desgraciada mujer de que tenía una rival y de que aquel hombre la engañaba. Entonces, exasperada por los celos, denunció al amante, lo confesó todo y todo lo probó. El hombre estaba perdido. Próximamente iba a ser juzgado en Aix, junto con su cómplice. Relataban el hecho, y todos se maravillaban ante la habilidad del magistrado. Al poner en juego los celos, había hecho brotar la verdad por medio de la cólera, y había hecho justicia con la venganza. El obispo escuchaba todo aquello en silencio. Cuando hubo terminado el relato, preguntó:
-¿Dónde juzgarán a este hombre y a esta mujer?
-En el tribunal de la Audiencia -le respondieron.
Y él replicó:
-¿Y dónde juzgarán al procurador del rey?
«Los miserables» – Victor Hugo, 1862

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«Mary’s in India» – Dido(Life for rent, 2003)

No os engañéis, aparecen nombres.


Joseph Brodsky en el entierro de Anna Ajmátova, Marzo 1966

Tarou parecía además haber sido favorablemente impresionado por una escena que se desarrollaba con frecuencia en el balcón que quedaba en frente de su ventana. Su cuarto daba a una pequeña calle trasversal donde había siempre gatos adormilados a la sombra de las tapias. Pero todos los días, después del almuerzo, a la hora en que la ciudad entera estaba adormecida por el calor, un viejecito aparecía en un balcón, del otro lado de la calle. El pelo blanco y bien peinado, derecho y severo en su traje de corte militar, llamaba a los gatos con un «minino,minino» dulce y distante a un tiempo. Los gatos levantaban los ojos, pálidos de sueño, sin decidirse a moverse. Él rompía pedacitos de papel sobre la calle y los animales, atraídos por esta lluvia de mariposas blancas, avanzaban hasta el centro de la calzada, alargando la pata titubeante hacia los últimos trozos de papel. El viejecito, entonces, escupía sobre los gatos con fuerza y precisión. Si uno de sus escupitajos daba en el blanco, reía.
(…)
Hoy el viejecito de enfrente está desconcertado. No hay gatos. Han desaparecido, en efecto, excitados por las ratas muertas que se descubren en gran número por las calles. En mi opinión no se puede pensar que los gatos coman ratas muertas. Recuerdo que los míos las detestaban. Pero eso no impide que corran a las bodegas y que el viejecito esté desconcertado. Está menos bien peinado, menos vigoroso. Se le ve inquieto; después de estar un rato en el balcón se fue para adentro. Pero había escupido una vez en el vacío.
«La peste» – Albert Camus

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«Hey you,looking at the moon» – Graham Nash (Wild tales)

La (in)utilidad de los pies para pensar.

«Broken bench, September,20, 1962 New York» – André Kertész, 1962

El modo más cómodo de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja en ella, cómo se ama y cómo se muere.(…)Sin duda, nada más natural hoy día que ver a las gentes trabajar de la mañana a la noche y en seguida elegir, entre el café, el juego y la charla, el modo de perder el tiempo que les queda por vivir. Pero hay ciudades y países donde las gentes tienen, de cuando en cuando, la sospecha de que existe otra cosa. En general, esto no hace cambiar sus vidas, pero al menos han tenido la sospecha y eso es su ganancia. Orán, por el contrario, es en apariencia una ciudad sin ninguna sospecha, es decir, una ciudad enteramente moderna. Por lo tanto, no es necesario especificar la manera de amar que se estila. Los hombres y las mujeres o bien se devoran ràpidamente en eso que se llama el acto del amor, o bien se crean el compromiso de una larga costumbre a dúo. Entre estos dos extremos no hay término medio. Eso tampoco es original. En Orán, como en otras partes, por falta de tiempo y reflexión, se ve uno obligado a amar sin darse cuenta.
«La peste» – Albert Camus,1947

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«The seeker» – The Who (Meaty, Beaty, Big and Bouncy, 1971)

Tranquilos, hay para todos.

«Henri Matisse» – Henri Cartier-Bresson


ESTILO ABSTRACTO
Otra caracterísitca suya [de los filósofos y ensayistas alemanes posteriores a Kant] es que siempre que pueden (…) eligen la expresión más abstracta, mientras que las personas de talento eligen en cambio la más concreta, porque esta hace más intuitiva la cosa, y la intuición es la fuente de toda evidencia. (…) La razón de esa forma de proceder es que las expresiones abstractas e indeterminadas siempre dejan abierta alguna puerta trasera, cosa que mucho les gusta a aquellos a quienes la tácita conciencia de su incapacidad les infunde un constante temor a todas las expresiones decididas.

ESTILO DESCUIDADO
Pocos escriben como construye un arquitecto, que primero ha trazado sus planos y los ha pensado hasta los últimos detalles, sino que la mayoría lo hace como se juega a dominó. En efecto, al igual que en ese juego se van perdiendo fichas una junto a otra, en parte siguendo un propósito, en parte al azar, así también sucede con la coherencia y la concatenación de las frases. Apenas saben qué figura resultará en conjunto y dónde va a ir a parar todo. Muchos no saben ni siquiera eso, sino que escriben igual que los pólipos de coral construyen: juntan un periodo a otro, y que sea lo que Dios quiera.

ESTILO DIFÍCIL
Todos los autores mediocres tratan de enmascarar el estilo que les es propio y natural (…) y tienden a dar la apariencia de que han pensado cosas más profundad que lo que en realidad ha sido el caso. Por ello, presentan lo que tienen que decir en giros forzados y difíciles, con palabras recién creadas y periodos excesivamente largos, que dan vueltas alrededor del pensamiento y lo ocultan. Oscilan así entre el intento de comunicarlo y el de esconderlo. Lo que les gustaría es recortarlo y persentarlo de tal manera que recibiese una apariencia erudita o profunda, para que se piense que detrás hay más que lo que en ese momento se percibe.

ESTILO ININTELIGIBLE
Nada más fácil que escribir de manera que no haya quien lo entienda, al igual que nada es más difícil que expresar pensamientos de peso de modo tal que nadie pueda decir que no los entiende. Lo ininteligible está emparentado con la carencia de inteligencia y, en todo caso, es infinitamente más probable que esconda una mistificación que un pensamiento muy profundo.

ESTILO «SUBJETIVO»
El estilo no debe ser subjetivo, sino objetivo, para lo que es necesario disponer las palabras de manera que fuercen al lector a pensar exactamente lo mismo que ha pensado el autor. Pero esto solo se logrará cuando el autor tenga en cuenta constantemente que los pensamientos siguen la ley de la gravedad: recorren el camino de la cabeza al papel mucho más fácilmente que el que va del papel a la cabeza.

«Parerga y paralipómena» – Arthur Schopenhauer, 1868

Siempre lo contrario.

Intentas escribir algo sorprendente, ingenioso. Pretendes fingir un poco, exagerar otro tanto y dramatizar sentimientos.Piensas que es justo ahora, en este verso, donde vas a volcar todo lo negativo que llevas tiempo acumulando. Dando nombres y fechas. Mencionando situaciones y conversaciones concretas para que no haya lugar a dudas. Y cuando lo relees te das cuenta de que no podría estar más lejos de todo lo que intentabas decir. «Quizá no sea el momento» piensas. Y resulta una explicación de lo más conciliadora.

Jacques Prévert, París – Robert Doisneau

Las dos de la tarde.
Sillas, pasos, ruido de mandíbulas.
Hay un niño
llorando por costumbre
en la mesa de al lado.
También los camareros
se agarran a la costumbre
para no mandar al carajo
al típico pesado
que los llama de usted.

Bebo agua.
No por abstinencia
sino porque el vaso de vino
tiene un extraño reflejo
de algo que parece suciedad.
De todas formas,
no conviene emborracharse
cuando se está sola.
Siempre se necesita a alguien
que luego te reconstruya
la palabrería inútil
que anda suelta
después de la tercera copa.
Esa que por otra parte,
al menos en mi caso,
es la más provechosa.

Olvido mi provisional ley seca
establecida por la vaguería
del lavavajillas.
Cuando traen el bistec,
el cuchillo, como no,
no sería una amenaza
ni para un trozo de paté.
Así que también tocará
ponerme a régimen;
porque después de tanta agua
no me apetece nada
convertirme en la típica pesada
que llama a los camareros de usted.

El ritmo de las mandíbulas
disminuye con el postre,
eso sí,
el niño no se rinde.

Resulta que comer sola
no es desagradable
por la orfandad de la silla de enfrente,
sino por no tener a nadie
a quien poder quejarme
por aquel extraño reflejo
(a las tres sentencio
que definitivamente es suciedad)
en mi copa de vino vacía.

«Juego de sillas» – Anastasia K.

«Fast car» – Tracy Chapman (Tracy Chapman,1988)

Fácil, en teoría.

Marlon Brando – «Streetcar named Desire(Un tranvía llamado Deseo)»,1951 by Elia Kazan

16 DE MAYO.

Ahora bien, yo aconsejo a quien no tiene seguridad ni de la mano ni de los ojos y por ende de la victoria, que intente sus maniobras amorosas en el primer estadio de la pasión, porque entonces al mismo tiempo que está dominado por las fuerzas sobrenaturales, también las posee dentro de sí mismo, y este dominio nace de una singular mezcla de simpatía y egoísmo.
Pero en este estadio le faltará goce: el goce de la situación, porque él mismo resulta sometido y se sumerge y se oculta en ella. Obtener lo más hermoso es siempre difícil; lograr lo interesante, en cambio, es fácil. Pero siempre es conveniente aproximarse a la cosa lo más posible: éste es el verdadero deleite, y no alcanzo a comprender qué goce buscan otros en su lugar. La mera posesión es algo vulgar y también los recursos de que se sirven tales enamorados son casi siempre bastante mezquinos: no vacilan en emplear el dinero, el poder, la influencia ajena y aun los narcóticos. ¿Qué placer puede brindar un amor si no contiene en sí mismo el abandono absoluto de una de las partes? Siempre es indispensable el espíritu y el espíritu falta comúnmente a esta clase de enamorados.

31 DE JULIO.

He escrito hoy una carta de amor para otro. Encuentro interesante identificarme mediante este recurso con una situación ajena sin tener que sacrificar nada de mi tranquilidad.
Enciendo la pipa, escucho los detalles que me da y le pido las cartas que ella le escribió. Traté siempre de estudiar cómo escribe una joven. El otro está allí como una laucha enamorada y me lee esas cartas, lectura que interrumpo de vez en cuando con alguna breve observación. La muchacha sabe escribir, tiene sentimiento, buen gusto, es prudente; a buen seguro amó ya en la vida, etc.
Por otra parte, cumplo una buena acción, reúno a dos jóvenes a luego me quito de en medio. Cada vez que hago feliz a una pareja, busco para mi luego una víctima, pero procuro la dicha de dos personas y la desdicha de una, a lo sumo. Soy honrado y digno de confianza; nunca engañé a nadie si confió en mi.
Naturalmente yo también logro mi pequeña ganancia, pero es un tributo de derecho. ¿Por qué gozo de tanta confianza? Porque sé latín, estudio celosamente y me guardo para mí mis historias. ¿No soy digno de tanta confianza? Nunca abusé de ella.
«El diario de un seductor» – Soren Kierkegaard

¿Podríamos…? Creo que no. ¿Y si…? Menos todavía.

Vasco Szinetar, E.M. Cioran. París. Vasco Szinetar, 1980

…»She is an excellent girl, very petite, like a pretty parrot, and much too nice; her kindness becomes cruel. Though she doesn’t understand that she is being cruel. For example Angelita and Carlos want me to live with them after they are married, all of us together in one apartment. It was her idea, but Carlos says yes! yes! we must all stay together and from now on he and I will live like brothers. That is the reason I have to kill him. He could never have loved me, not if he could ignore my enduring such hell. He says, ‘Yes, I love you, Jaime; but Angelita – this is different.’ There is no difference. You love or you do not. You destroy or you do not. But Carlos will never understand that. Nothing reaches him, nothing can – only a bullet or a razor.»
She wanted to laugh; at the same time she couldn’t because she realized he was serious and also because she well knew how true it was that certain persons could only be made to recognize the truth, be made to understand, by subjecting them to extreme punishment
Nevertheless, she did laugh, but in a manner that Jaime would not interpret as genuine laughter. It was something comparable to a sympathetic shrug. «You could never kill anyone Jaime.»
He began to comb her hair; the tugs were not gentle, but she knew the anger implied was against himself, not her. «Shit!» Then : «No. And that’s the reason for most suicides. Someone is torturing you. You want to kill them, but you can’t. All that pain is because you love them, and you can’t kill them because you love them. So you kill yourself instead.»
Leaving, she considered kissing him on the cheek, but settled for shaking his hand. «I know how trite this is, Jaime. And for the moment certainly no help at all. But remember – there is always somebody else. Just don’t look for the same person, that’s all.»

«Music for Chameleons» – Truman Capote

Simultaneidad y juegos de sillas.

«Truman Capote in New York City» – Arnold Newman, 1977

«…yo prohíbo, por lo demás, toda conjetura acerca de quién es el descrito por mí en este pasaje.
«El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y cazarratas nato de las conciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, no lanza una mirada en las que no hay un propósito y un guiño de seducción, de cuya maestría forma parte el saber parecer – y no aquello que él es, sino aquello que constituye, para quienes lo siguen, una compulsión más para acercarse cada vez más a él, para seguirle de un modo cada vez más íntimo y radical: – el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y le enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo, – el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se relfeje en ellas -; el genio del corazón, que a la mano torpe y apresurada le enseña a vacilar y a coger las cosas con mayor delicadeza, que adivina el tesoro oculto y olvidado, la gota de bondad y de dulce espiritualidad escondida bajo el hielo grueso y opaco y es una varita mágica para todo grano de oro que yació largo tiempo sepultado en la prisión del mucho cieno y arena; el genio del corazón, del cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre, lleno de nueva voluntad y nuevo fluir, lleno de nueva contravoluntad y nuevo refluir…» «

«Ecce Homo» – Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), 1888

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«Walk on the wild side» – Lou Reed ( Transformer, 1977)

Te toca.

«Sin título (Muchacha con globo)» – Heinz Held, 1960

» Si bastase con amar, las cosas serían demasiado sencillas. Cuanto más se ama tanto más se consolida lo absurdo. No es por falta de amor por lo que Don Juan va de mujer en mujer. Es ridículo presentarlo como un iluminado en busca del amor total. Pero tiene que repetir ese don y ese ahondamiento porque ama a todas con el mismo ardor y cada vez con todo su ser. De ahí que cada una espere darle lo que nadie le ha dado nunca. Ellas se engañan profundamente cada vez y sólo consiguen hacerle sentir la necesidad de esa repetición. «Por fin -exclama una de ellas- te he dado el amor». ¿Sorprenderá que Don Juan se ría de ella? «¿Por fin? -dice-; no, sino una vez más». ¿Por qué habría de ser necesario amar raras veces para amar mucho?
(…)
Pero es malo detenerse, difícil contentarse con una sola manera de ver, privarse de la contradicción, la más sutil, quizá, de todas las fuerzas espirituales. Lo que precede define solamente una manera de pensar. Pero se trata de vivir. «
«El mito de Sísifo» – Albert Camus(1913 – 1960) , 1942

Si me costara lo mismo callarme que hablar.

Errol Flynn, Nora Flynn, Rita Hayworth and Orson Welles in Acapulco, Mexico. 1946

«…un hombre que no dice sino tonterías incluso «sin vistas a ningún provecho», no es el mejor contrincante para una discusión que imaginarse pueda, ni como atacante ni como defensor. Confieso, sin embargo, que la autoridad de un médico, y de buena reputación, puede parecer de mayor peso que mi prejuicio, pero insisto en alegar mi experiencia, que superaba la suya en 7.000 gotas [de láudano equivalentes a 280 granos de opio] diarias. Y aunque no era posible suponer que alguien dedicado a la medicina desconociera los síntomas característicos de la intoxicación etílica, se me ocurría sin embargo que quizá incurriera en el error lógico de usar la palabra intoxicación con excesiva latitud, y extenderla genéricamente a todas las formas de excitación nerviosa, en vez de restringirla a la expresión de un tipo específico de excitación, relacionado con ciertos diagnósticos. Hay quien mantiene, según he podido oír, haberse emborrachado con té verde, y en Londres un estudiante de medicina, cuyos conocimientos de la profesión tengo motivos para admirar, me aseguraba el otro día que un paciente, tras haberse recuperado de una enfermedad, se emborrachó con un bistec. «

«Confesiones de un inglés comedor de opio (Confessions of an english opium – eater.)» – Thomas De Quincey, 1821