Historia cuando ya es tarde.

Robert Frost

Love has earth to which she clings  
With hills and circling arms about—
Wall within wall to shut fear out.
But Thought has need of no such things,
For Thought has a pair of dauntless wings.

On snow and sand and turf, I see
Where Love has left a printed trace
With straining in the world’s embrace.
And such is Love and glad to be.
But Thought has shaken his ankles free.

Thought cleaves the interstellar gloom
And sits in Sirius’ disc all night,
Till day makes him retrace his flight,
With smell of burning on every plume,
Back past the sun to an earthly room.

His gains in heaven are what they are.
Yet some say Love by being thrall
And simply staying possesses all
In several beauty that Thought fares far
To find fused in another star.
"Bond and Free" - Robert Frost

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«Lágrima» – Francisco Tárrega

Apunte pasado por agua.

 Eldar Ryazanov  y Innokenti Smoktunovski
SEMÁFORO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.


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«La lluvia» – Andréi Petróv (BSO de la película «Romance Laboral [Eldar Ryazanov], 1977)

Con las orejas frías.

Love’s the boy stood on the burning deck
truing to recite «The booy stood on
the burning deck.» Love’s the son
stood stammering elocution
while the poor ship in flames went down.

Love’s the obstinate boy, the ship,
even the swimming sailors, who
would like a schoolroom platform, too,
or an excuse to stay
on deck. And love’s the burning boy.

«Casablanca» – Elisabeth Bishop

El amor es el muchacho que estaba en la ardiente cubierta
probando recitar
«el muchacho estaba en la ardiente cubierta».
El amor es el hijo que tartamudea la elocución
mientras el pobre barco en llamas se hundía.

El amor es el obstinado muchacho, el barco,
incluso los marineros nadando,
a los cuales gustaría también un estrado en un aula
o una excusa para estar en cubierta.
Y el amor es el ardiente muchacho.

«Casablanca» – Elisabeth Bishop (Norte & Sur, 2008) Traducción de Sam Abrams y Joan Margarit

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«Circle» – Edie Brickell & New Bohemians (Shooting Rubberbands at the Stars, 1988)

Todavía no queda el silencio.

«Concierto de Piano nº1, 2ndo movimiento [Chaikovski]» – Van Cliburn, 1962

¿Lo sabes? Todo es difícil. Difícil es el amor.
Más difícil su ausencia. Más difícil su presencia o estancia.
Todo es difícil…Parece fácil y qué difícil es
repasar el cabello de nuestra amada con estas manos
materiales que lo estrujan y obtienen.
Difícil, poner en su boca carnosa el beso estrellado que
nunca se apura.
Difícil, mirar los hondos ojos donde boga la vida,
y allí navegar, y allí remar, y allí esforzarse,
y allí acaso hundirse sintiendo la palpitación en la boca, el
hálito en esta boca
donde la última precipitación diera un nombre o la vida.

Todo es difícil. El silencio. La majestad. El coraje:
el supremo valor de la vida continua.
Este saber que cada minuto sigue a cada minuto,
y así hasta lo eterno.
Difícil, no creer en la muerte; porque nadie cree en la
muerte.
Hablamos de que morimos, pero no lo creemos.
Vemos muertos, pisamos
muertos: separamos
los muertos. ¡Sí, nosotros vivimos!
Muchas veces he visto
esas hormigas, las bestezuelas tenaces viviendo,
y he visto una gran bota caer y salvarse muy pocas.
Y he visto y he contado las que seguían, y su divina
indiferencia,
y las he mirado apartar a las muertas y seguir afanosas,
y he comprendido que separaban a sus muertos como
a las demás sobrevenidas piedrecillas del campo.

Y así los hombre cuando ven a sus muertos
y los entierran, y sin conocer a los muertos viven, aman,
se obstinan.

Todo es difícil. El amor. La sonrisa. Los besos de los
inocentes que se enlazan y funden.
Los cuerpos, los ascendimientos del amor, los castigos.
Las flores sobre su pelo. Su luto otros días.
El llanto que a veces sacude sus hombros. Su risa o su
pena.
Todo: desde la cintura hasta su fe en la divinidad;
desde su compasión hasta esa gran mano enorme y exten-
sa donde los dos nos amamos.

Ah, rayo súbito y detenido que arriba no veo.
Luz difícil que ignoro, mientras ciego te escucho.

A ti, amada mía difícil que cruelmente, verdaderamente
me apartarás con seguridad del camino
cuando yo haya caído en los bordes, y en verdad no lo
sepas.
«Difícil» – Vicente Aleixandre («Historia del corazón[1945-1953],1954)

Viernes.

Vuelves, día de siempre,
rompiendo el aire justamente donde
el aire había crecido como muros.

Pero nos iluminas brutalmente
y en la sencilla náusea de tu claridad
sabemos cuándo se nos caerán los ojos,
el corazón, la piel de los recuerdos.

Claro, mientras tanto
hay oraciones, hay pétalos, hay ríos,
hay la ternura como un viento húmedo.
Sólo mientras tanto.

«Sólo mientras tanto» – Mario Benedetti (Sólo mientras tanto 1948-1950)

Estados de ánimo.

«Kate in the tub» – Nan Goldin

Las prostitutas madrugan mucho
para estar dispuestas…

Elena despertó a las dos y cinco,
abrió despacio las contraventanas
y el sol de invierno hirió sus ojos
enrojecidos. Apoyada
la frente en el cristal,
miró a la calle: niños con bufandas,
perros. Tres curas
paseaban.
En este mismo instante,
Dora comenzaba
a ponerse las medias.
Las ligas le dejaban
una marca en los muslos ateridos.
Al enceder la radio -«Aída:
marcha nupcial»-,
recordaba palabras
-«Dora, Dorita, te amo»-
a la vez que intentaba
reconstruir el rostro de aquel hombre
que se fue ayer -es decir,hoy- de madrugada,
y leía distraída una moneda:

«Veinticinco pesetas». «…por la gracia
de Dios.»
(Y por la cama)
Eran las tres y diez cuando Conchita
se estiraba
la piel de las mejillas
frente al espejo. Bostezó. Miraba
su propio rostro con indiferencia.
Localizó tres canas
en la raíz oscura de su pelo
amarillo. Abrió luego una caja
de crema rosa, cuyo contenido
extendió en torno a su nariz. Bostezaba,
y aprovechó aquel gesto
indefinible para
comprobar el estado
de una muela careada
allá en el fondo de sus fauces secas,
inofensivas, turbias, algo hepáticas.
Por otra parte,
también se preparaba
la ciudad.
El tren de las catorce treinta y nueve
alteró el ritmo de las calles. Miradas
vacilantes, ojos
confusos, planteaban
imprecisas preguntas
que las bocas no osaban 
formular.
En los cafés, entraban
y salían los hombres, movidos
por algo parecido a una esperanza.
Se decía que aún era temprano. Pero
a las cuatro, Dora comenzaba
a quitarse las medias -las ligas
dejaban una marca
en sus muslos.
Lentas, solemnes, eclesiásticas,
volaban de las torres
palomas y campanas.
Mientras
se bajaba la falda,
Conchita vio su cuerpo
-y otra sombra vaga-
moverse en el espejo
de su alcoba. En las calles y plazas
palidecía la tarde de diciembre. Elena
cerró despacio las contraventanas.
«Los sábados» – Ángel González

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«Meravigliosa creatura» – Gianna Nannini (Perle, 2004)

21.13

 «La pie» – Claude Monet, 1869

PAPI

Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

La diferencia entre mañana y nunca.

De todas las maneras que el amor
es capaz de inventar para matarse,
son las más compasivas las que muchos
consideran más crueles: la traición,
la mentira, cualquier suicidio rápido
que certifique el fin con mucha sangre
y permita lavarla con el llanto.
Pero el amor es cruel consigo mismo,
o es acaso muy torpe, porque suele
elegir una muerte sin nobleza
que se da con un arma lenta y triste:
ese gas repulsivo y venenoso
que acaban generando los bostezos.
«Estadística» – Vicente Gallego (La plata de los días, 1996)

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«Bron-Yr-Aur» – Led Zeppelin (Physical Graffiti, 1975)

El eclipse está por el otro lado.

Ann Quin

Degollado procede de decollo,
decollo significa yo corto el cuello.
María Estuardo, reina de Escocia,
subió al patíbulo con la camisa adecuada,
una camisa décolleté
de color rojo hemorragia.

En aquel mismo instante,
en una apartada alcoba,
Isabel Tudor, reina de Inglaterra,
estaba en pie vestida de blanco junto a la ventana.
Una groguera almidonada coronaba
su vestido triunfalmente cerrado hasta el mentón.

Ambas pnesaban al unísono:
«Dios, ten piedad de mi.»
«Obro con justicia.»
«Vivir o ser un obstáculo.»
«En determinadas circunstancias la lechuza es la hija del panadero.»
«¿Cuándo acabará esto?»
«Se acabó.»
«¿Qué hago aquí si no hay nada?»

La diferencia en el atuendo -sí, lo sabemos con certeza-.
El detalle
es inalterable.
«Decapitación» – Wislawa Szymborska (¡Qué monada!, 1967)

Así que era eso.

«City Rain» – Bill Sosin

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«Natural Blues» – Moby (Play, 1999)

En las cabinas telefónicas
hay misteriosas inscripciones dibujadas con lápiz de labios.
Son las últimas palabras de las dulces muchachas rubias
que con el escote ensangrentado se refugian allí para morir.
Última noche bajo el pálido neón, último día bajo el sol alucinante,
calles recién regadas con magnolias, faros amarillentos de
los coches patrulla en el amanecer.
Te esperaré a la una y media, cuando salgas del cine -y a
esta hora está muerta en el Depósito aquélla cuyo
cuerpo era un ramo de orquídeas.
Herida en los tiroteos nocturnos, acorralada en las esquinas
por los reflectores, abofeteada en los night-clubs,
mi verdadero y dulce amor llora en mis brazos.
Una última claridad, la más delgada y nítida,
parece deslizarse de los locales cerrados:
esta luz que detiene a los transeúntes
y les habla suavemente de su infancia.
Músicas de otro tiempo, canción al compás de cuyas viejas
notas conocimos una noche a Ava Gardner,
muchacha envuelta en un impermeable claro que besamos
una vez en el ascensor, a oscuras entre dos pisos, y
tenía los ojos muy azules, y hablaba siempre en voz
muy baja- se llamaba Nelly.
Cierra los ojos y escucha el canto de las sirenas en la noche
plateada de anuncios luminosos.
La noche tiene cálidas avenidas azules.
Sombras abrazan sombras en piscinas y bares.
En el oscuro cielo combatían los astros
cuando murió de amor,

y era como si oliera muy despacio un perfume.
«La muerte en Beverly Hills» – Pere Gimferrer