Fijación reciclable.

Es la parte más ridícula de ti
la que escupe viento
en una habitación cerrada,
diabética de pasado corriente.
Sabes que es tarde
para los x centímetros cúbicos
de orden prefabricado y parentescos.

Queda exteriorizar la casa,
ver la firmeza de las paredes
en su caída,
repasar el ombligo
en busca de células de confianza.

Has quedado aquí con todos ellos:

con Ella, la de la pierna huérfana;
con Él, el suelo loco
de un piso ucraniano
y también con él,
el de la cara de erizo roto.

Arañan la puerta, piden perdón,
dan las gracias.
Esperan tu señal.

«Álbum» – Anastasia K.

Saltos e inocentes.

«Como en un espejo (Såsom i en spegel)» – Ingmar Bergman, 1961
El pintor de las enredaderas de luz
escribió sus últimos signos
con triste desesperación.
Y dejó sus restos a los amigos
pidiéndoles sólo paredes
para sostenerlos.
SILVIO RODRIGUEZ
La noche es para aquellos
que se quedan tumbados
buscando la parte correcta
de su cerebro;
para la carne recién consciente
de ser carne de pasillo;
para los del estúpido equilibrio
entre las sábanas y su ironía;
para el insomnio bien criado
y habilmente defendido;

casi siempre también para mí
que sólo tengo
dos folios y una gota de frío
justo detrás de la nuca
para sostenerme.
«Cáfila» – Anastasia K. 

Como ya dije en su momento lo importante no es saber por qué empiezas a obsesionarte con este mundillo de páginas sino saber por qué dejas de hacerlo. Ya me repito así que esto va a ser un signo ortográfico (todavía no sé si coma, punto o interrogación ) dedicado a ese extranjero que en su momento no me leía y ahora casi seguro que a ratos tampoco lo hace. Toca cueva.

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«Shake it out» – Florence + The Machine

Símil para qué.

«Cien cartas no escritas» – Walde Huth, 1979

Y todo en la memoria se perdía
como una pompa de jabón al viento.
ANTONIO MACHADO


…pero hay tierra y hay noche para todos
y cada uno duerme y sabe donde está.
J.O. GIANUZZI

Nada recuerdas ya
de los dientes de hielo
que colgaban de los tejados.
Su lógica soledad
y el respeto de los transeúntes
tal vez sean lo único
que te acompañe aquí,
tan lejos de la escarcha
que ya no busca el miedo.
Los veías derramarse
con el último hilo de febrero
y fundirse con la nieve manchada.
Algunos morían en silencio,
poco a poco hechos agua,
otros, quizá demasiado orgullosos,
preferían un suicidio digno
desnudando la tierra desde lo alto.

Aquí no hay enero,
sólo peatones clonados,
esparcidos bajo las mismas nubes
pero secas de invierno.
Tu piel está en su sitio
y la memoria sólo se resiente
cuando hace suficiente frío.

Aprietas el paisaje y encajas en él.
Pero sólo hoy, sólo
hasta que la conciencia lo permita
y estemos todos.

Anastasia K.

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«Va a empezar a llover» – Enrique Bunbury y Nacho Vegas (El tiempo de las cerezas)

Supongamos que esto es lo único que hay.


Anastasia K.

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Detrás de la ventana
empieza el mundo
aunque ahora no
le haga falta observarme.
Hay un poco de fidelidad
en la inexactitud de las figuras
que me imagino al otro lado,
libres de mi anclaje cerebral.
Es fácil suponer algo de hambre
en su respiración,
algo de fealdad
en su forma de ignorarme.
Pasado el hueso de la noche
cierro los ojos,
escucho mi rutina pulmonar
y me repito:

conocen mi voz y mis pasos
pero saben olvidarme.

«Next door» – Anastasia K.

Let’s do some living

Últimamente la ciudad se ha hecho más pequeña, parece más cansada y se concentra en los mismos lugares y, sobre todo, en las mismas aceras lo que no deja de ser peligroso para mí y mis pies (la parte de mi cuerpo con la que pienso últimamente). Peligroso también el hecho de que esos mismos pies no lleguen a digerir todas los encuentros (nuevos y solapados). A. me contó que recuerda como, cuando era pequeña, la gata de sus abuelos se quedaba preñada sin que ellos se preocuparan mucho por evitarlo y de cómo su abuelo ahogaba a los gatitos en un cubo para luego llevárselos al campo y arrojarlos allí. A. me decía que nunca llegó a ver el proceso. Sólo el cubo lleno de agua. L. por su parte me contó (con una mezcla de ternura e incredulidad) que su novio acababa de regalarle a un sin techo la placha que tenían en casa. Han tenido que comprar otra.
Supongo que mis pies piensan en ti, en la piedad y también en sus consecuencias.

«Fresas salvajes» – Ingmar Bergman, 1957

Y mientras tome piedad por alivio,
mientras haya bufandas
con las que hacer un trato
antes de sobrevivirnos,
cuidaremos cada palabra
como si tuviera frío
y cada promesa
como la mentira más fiel.

Anastasia K.

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«Breathe me» – Sia

Cálculos.

Dicen ceniza cuando no quieren decir nada
y yo digo ceniza
por ti y por lo que me has robado.
Puedo apelotonar palabras
una detrás de otra
y no querer decir absolutamente nada
mientras la nieve cae sobre mis ojos.
Cualquiera que lo lea entenderá amor,
o desamor, o pérdida de pies en el instante justo
en el que no queda nada
más que caminar detrás de ti
recogiendo los restos de tu otoño
bañado en sangre y agua.
Sólo somos dos páginas
solapadas sin querer.
Busco calor y sed.
Busco
lo justo y lo necesario,
lo que no puedes darme.

Cuando lo hizo aún llovía aquí.

Nan Goldin

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«Ocho y medio» – Nacho Vegas (Desaparezca aquí,2005)

Desde fuera
aún me queda piel,
blanca y fría
como los abetos
de mi enero.
Desde fuera
nada es más fácil.
Desde fuera
conozco mi centro
y pongo un pie
detrás de otro,
pisando estómagos,
escarcha,
excusas.
La ciudad cruje
justo donde te dejé.
Aquí está
todo
lo que me merezco.
Es domingo
y sé que siempre hay
un nadie que me espera.

«Desde fuera» – Anastasia K.

No hay locura

André Kertesz (1978)

Planearon un invierno juntos
como simple complot
en contra del sol.
Dibujaron filigranas
en trozos de papel
y en servilletas de cafetería
con nombres de calles verdaderas
para afianzar el engaño.
Hicieron una lista mental
del otro
en el que no cabía más
que el propio deseo
de no equivocarse.
Tacharon obsesivamente
cada punto por resolver
cada color favorito clandestino,
cada nombre
y cada lugar de uña rota.

Aquel fue un verano cálido
y un esquema tan perfecto
que se colapsa
al derramarse el café.

«Dos»

Demasiado pa(e)sado

 Janis Joplin

Yo… Lo sé. Tengo ese miserable aspecto
del que va demandando cariño por las puertas.
“Quiéreme un poco. Quiéreme un poco…”
Los ojos nostálgicos hacia el coche que se aleja
y la espalda estrecha que se detiene por última vez para decir adiós.
Yo… Lo sé. Persigo la mirada comprensiva de todas las madres
y a veces las manos grandes de cada padre.
El susurro al teléfono que me diga: “todo está bien”
mientras la niña del pañuelo negro gira y gira
esperando la llegada del sosiego.
El apaciguamiento de la marea oscura que sube.
Y sube a la boca desde el alma que se creía ya aliviada
pero que no. Porque el alma, aunque se suponga el éxito sobre ella,
cuando es dolorosa y cuando tiene la tez de la angustia,
sobrevive.
Yo… Lo sé. Me estoy ahogando y no entiendo nada.
Dejé que tomara mi mano y me arrastrara hasta la orilla.
“Vas a ver un milagro”, me dijo.
Y la niña de los zapatos negros con lacito
me miraba a la cara y me mostraba sus dientes de conejito.
“Perdón. Perdón. Perdón.” Parecía suplicar. “Yo no fui. No fui yo…”
Yo… Ahora cuento las varillas azules que se insertan
en aquel jarrón transparente y me pregunto:
(uno, dos tres…)
¿Por qué lo haces?
(cuatro…)

«Alimento» – Pilar Adón

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«Cry Baby» – Janis Joplin (Pearl, 1971)

Kshanti.


«21 gramos» – Alejandro González Iñárritu, 2003

La tierra sigue mis pasos:
¿entonces era eso?
Buscar una inscripción
en la piel.
Sin más.
Era eso.

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«When Our Wings Are Cut, Can We Still Fly?» – Gustavo Santaolalla