Siempre lo contrario.

Intentas escribir algo sorprendente, ingenioso. Pretendes fingir un poco, exagerar otro tanto y dramatizar sentimientos.Piensas que es justo ahora, en este verso, donde vas a volcar todo lo negativo que llevas tiempo acumulando. Dando nombres y fechas. Mencionando situaciones y conversaciones concretas para que no haya lugar a dudas. Y cuando lo relees te das cuenta de que no podría estar más lejos de todo lo que intentabas decir. «Quizá no sea el momento» piensas. Y resulta una explicación de lo más conciliadora.

Jacques Prévert, París – Robert Doisneau

Las dos de la tarde.
Sillas, pasos, ruido de mandíbulas.
Hay un niño
llorando por costumbre
en la mesa de al lado.
También los camareros
se agarran a la costumbre
para no mandar al carajo
al típico pesado
que los llama de usted.

Bebo agua.
No por abstinencia
sino porque el vaso de vino
tiene un extraño reflejo
de algo que parece suciedad.
De todas formas,
no conviene emborracharse
cuando se está sola.
Siempre se necesita a alguien
que luego te reconstruya
la palabrería inútil
que anda suelta
después de la tercera copa.
Esa que por otra parte,
al menos en mi caso,
es la más provechosa.

Olvido mi provisional ley seca
establecida por la vaguería
del lavavajillas.
Cuando traen el bistec,
el cuchillo, como no,
no sería una amenaza
ni para un trozo de paté.
Así que también tocará
ponerme a régimen;
porque después de tanta agua
no me apetece nada
convertirme en la típica pesada
que llama a los camareros de usted.

El ritmo de las mandíbulas
disminuye con el postre,
eso sí,
el niño no se rinde.

Resulta que comer sola
no es desagradable
por la orfandad de la silla de enfrente,
sino por no tener a nadie
a quien poder quejarme
por aquel extraño reflejo
(a las tres sentencio
que definitivamente es suciedad)
en mi copa de vino vacía.

«Juego de sillas» – Anastasia K.

«Fast car» – Tracy Chapman (Tracy Chapman,1988)

Hoy toca callar.

«Jersey girl» – Tom Waits (Heartattack and Vine, 1980)

«Barbara en nuestro lecho» – Will McBride, 1959

Amanece

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«Wigwam» – Bob Dylan (Self portrait, 1970)

«The royal Tenenbaums» – Wes Anderson (2001)

«These days» – Nico (Chelsea girl,1967)

Ninety nine red balloons.

Ingmar Bergman(1918 – 2007)

Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
Céline.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.

El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.

«El Odio» – Roger Wolfe

«Waitin’ on a sunny day» – Bruce Springsteen ( The Rising,2002)

Reflejo felino.

«Joven pareja» – Bruce Davidson, 1958


REFLEJO FELINO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

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«Californication» – Red Hot Chili Peppers (Californication,1999)

Simultaneidad y juegos de sillas.

«Truman Capote in New York City» – Arnold Newman, 1977

«…yo prohíbo, por lo demás, toda conjetura acerca de quién es el descrito por mí en este pasaje.
«El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y cazarratas nato de las conciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, no lanza una mirada en las que no hay un propósito y un guiño de seducción, de cuya maestría forma parte el saber parecer – y no aquello que él es, sino aquello que constituye, para quienes lo siguen, una compulsión más para acercarse cada vez más a él, para seguirle de un modo cada vez más íntimo y radical: – el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y le enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo, – el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se relfeje en ellas -; el genio del corazón, que a la mano torpe y apresurada le enseña a vacilar y a coger las cosas con mayor delicadeza, que adivina el tesoro oculto y olvidado, la gota de bondad y de dulce espiritualidad escondida bajo el hielo grueso y opaco y es una varita mágica para todo grano de oro que yació largo tiempo sepultado en la prisión del mucho cieno y arena; el genio del corazón, del cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre, lleno de nueva voluntad y nuevo fluir, lleno de nueva contravoluntad y nuevo refluir…» «

«Ecce Homo» – Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), 1888

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«Walk on the wild side» – Lou Reed ( Transformer, 1977)

Te toca.

«Sin título (Muchacha con globo)» – Heinz Held, 1960

» Si bastase con amar, las cosas serían demasiado sencillas. Cuanto más se ama tanto más se consolida lo absurdo. No es por falta de amor por lo que Don Juan va de mujer en mujer. Es ridículo presentarlo como un iluminado en busca del amor total. Pero tiene que repetir ese don y ese ahondamiento porque ama a todas con el mismo ardor y cada vez con todo su ser. De ahí que cada una espere darle lo que nadie le ha dado nunca. Ellas se engañan profundamente cada vez y sólo consiguen hacerle sentir la necesidad de esa repetición. «Por fin -exclama una de ellas- te he dado el amor». ¿Sorprenderá que Don Juan se ría de ella? «¿Por fin? -dice-; no, sino una vez más». ¿Por qué habría de ser necesario amar raras veces para amar mucho?
(…)
Pero es malo detenerse, difícil contentarse con una sola manera de ver, privarse de la contradicción, la más sutil, quizá, de todas las fuerzas espirituales. Lo que precede define solamente una manera de pensar. Pero se trata de vivir. «
«El mito de Sísifo» – Albert Camus(1913 – 1960) , 1942

Lo que más cerca está y lo que menos se le parece.

«Moskva slezam ne verit (Moscow dosen’t believe in tears)» – Vladimir Menshov,1980

«One Art»

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

–Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

«One Art» – Elisabeth Bishop(1911 – 1979)

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Y que nos digan que lloverá.


«Musician in the rain» – Robert Doisneau (1912 – 1994)

«Rain»

Rain, midnight rain, nothing but the wild rain
On this bleak hut, and solitude, and me
Remembering again that I shall die
And neither hear the rain nor give it thanks
For washing me cleaner than I have been
Since I was born into this solitude.
Blessed are the dead that the rain rains upon:
But here I pray that none whom once I loved
Is dying tonight or lying still awake
Solitary, listening to the rain,
Either in pain or thus in sympathy
Helpless among the living and the dead,
Like a cold water among broken reeds,
Myriads of broken reeds all still and stiff,
Like me who have no love which this wild rain
Has not dissolved except the love of death,
If love it be for what is perfect and
Cannot, the tempest tells me,
disappoint.
«Rain» – Edward Thomas,(Six Poems,1916)


«Don’t panic» – Coldplay (Parachutes,2000)

La sangre vuelta del revés.

«Richard Hickock(1931 – 1965) y Perry Smith(1928 – 1965)» – Richard Avedon(1923 – 2004), 1960

«Poema del inocente»

Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.
«Poema del inocente» – José Watanabe(1945 – 2007) [El huso de la palabra, 1989]

«Bang Bang (My baby shot me down)» – Nancy Sinatra, 1966