Saltos e inocentes.

«Como en un espejo (Såsom i en spegel)» – Ingmar Bergman, 1961
El pintor de las enredaderas de luz
escribió sus últimos signos
con triste desesperación.
Y dejó sus restos a los amigos
pidiéndoles sólo paredes
para sostenerlos.
SILVIO RODRIGUEZ
La noche es para aquellos
que se quedan tumbados
buscando la parte correcta
de su cerebro;
para la carne recién consciente
de ser carne de pasillo;
para los del estúpido equilibrio
entre las sábanas y su ironía;
para el insomnio bien criado
y habilmente defendido;

casi siempre también para mí
que sólo tengo
dos folios y una gota de frío
justo detrás de la nuca
para sostenerme.
«Cáfila» – Anastasia K. 

Como ya dije en su momento lo importante no es saber por qué empiezas a obsesionarte con este mundillo de páginas sino saber por qué dejas de hacerlo. Ya me repito así que esto va a ser un signo ortográfico (todavía no sé si coma, punto o interrogación ) dedicado a ese extranjero que en su momento no me leía y ahora casi seguro que a ratos tampoco lo hace. Toca cueva.

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«Shake it out» – Florence + The Machine

Let’s do some living

Últimamente la ciudad se ha hecho más pequeña, parece más cansada y se concentra en los mismos lugares y, sobre todo, en las mismas aceras lo que no deja de ser peligroso para mí y mis pies (la parte de mi cuerpo con la que pienso últimamente). Peligroso también el hecho de que esos mismos pies no lleguen a digerir todas los encuentros (nuevos y solapados). A. me contó que recuerda como, cuando era pequeña, la gata de sus abuelos se quedaba preñada sin que ellos se preocuparan mucho por evitarlo y de cómo su abuelo ahogaba a los gatitos en un cubo para luego llevárselos al campo y arrojarlos allí. A. me decía que nunca llegó a ver el proceso. Sólo el cubo lleno de agua. L. por su parte me contó (con una mezcla de ternura e incredulidad) que su novio acababa de regalarle a un sin techo la placha que tenían en casa. Han tenido que comprar otra.
Supongo que mis pies piensan en ti, en la piedad y también en sus consecuencias.

«Fresas salvajes» – Ingmar Bergman, 1957

Y mientras tome piedad por alivio,
mientras haya bufandas
con las que hacer un trato
antes de sobrevivirnos,
cuidaremos cada palabra
como si tuviera frío
y cada promesa
como la mentira más fiel.

Anastasia K.

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«Breathe me» – Sia

Ninety nine red balloons.

Ingmar Bergman(1918 – 2007)

Me faltan algunos odios todavía.
Estoy seguro de que existen.
Céline.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el locutor deportivo
de la radio del vecino
esos domingos por la tarde.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el macaco de uniforme
que sentencia -arma
al cinto- que el semáforo
no estaba en ámbar, sino en rojo.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el cívico paleto
vestido de payaso
que te dice
que no se permiten perros
en el parque.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con la gente que choca contigo
por la calle
cuando vas cargado
con las bolsas de la compra
o un bidón de queroseno
para una estufa
que en cualquier caso
no funciona.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con los automovilistas
cuando pisas un paso de peatones
y aceleran.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con el neandertal en cuyas manos
alguien ha puesto
ese taladro de percusión.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
cuando le dejas un libro a alguien
y te lo devuelve en edición fascicular.

El odio es una edición crítica
de Góngora.

El odio son las campanas
de la iglesia
en mañanas de resaca.

El odio es la familia.

El odio es un cajero
que se niega a darte más billetes
por imposibilidad transitoria
de comunicación con la central.

El odio es una abogada
de oficio
aliándose con el representante
de la ley
a las ocho de la mañana
en una comisaría
mientras sufres un ataque
de hipotermia.

El odio es una úlcera
en un atasco.

El odio son las palomitas
en el cine.

El odio es un cenicero
atestado de cáscaras de pipa.

El odio es un teléfono.

El odio es preguntar por un teléfono
y que te digan que no hay.

El odio es una visita
no solicitada.

El odio es un flautista
aficionado.

El odio
en estado puro
es retroactivo
personal
e intransferible.

El odio es que un estúpido
no entienda
tu incomprensión,
tu estupidez.

El odio son las cosas
que te gustaría hacer
con este poema
si tu pluma
valiera
su pistola.

«El Odio» – Roger Wolfe

«Waitin’ on a sunny day» – Bruce Springsteen ( The Rising,2002)