Escritorio de Fiódor Dostoiévski en su última casa en San Petersburgo
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«Hope there’s someone» – Antony & The Johnsons (I am a bird now, 2005)
Sigmund Freud
¡Como si ese muro pudiera procurarme alguna paz! ¡Como si uno pudiera reconciliarse con lo imposible por la sola razón de que se funda sobre el «dos y dos son cuatro»! ¡Es el mayor absurdo que puede concebirse!
¡Cuánto más penoso es comprenderlo todo, tener conciencia de todas las imposibilidades, de todos los muros de piedra, y no humillarnos ante ninguna de esas imposibilidades, ante ninguna de esas murallas si ello nos repugna! ¡Cuánto más penoso es llegar, siguiendo las deducciones lógicas más ineludibles, a la posición más desesperante respecto a ese tema eterno de nuestra parte de responsabilidad en la muralla de piedra (aunque está claro hasta la evidencia que no tenemos nada que ver con eso), y, en consecuencia, sumergirnos, en silencio pero rechinando los dientes con voluptuosidad, en la inercia, sin dejar de pensar que ni siquiera podemos rebelarnos contra nadie, porque, en suma, no tenemos enfrente a nadie! ¡Y nunca lo tendremos, porque todo es una farsa, un engaño, un galimatías! No sabemos «qué» ni «quién», pero a pesar de todos esos engaños y de toda nuestra ignorancia, sufrimos, y tanto más cuanto menos comprendemos.»
«Memorias del subsuelo» – Fiódor Dostoievski,1864
Как будто такая каменная стена и вправду есть успокоение и вправду заключает в себе хоть какое-нибудь слово на мир, единственно только потому, что она дважды два четыре. О нелепость нелепостей! То ли дело все понимать, все сознавать, все невозможности и каменные стены; не примиряться ни с одной из этих невозможностей и каменных стен, если вам мерзит примиряться; дойти путем самых неизбежных логических комбинаций до самых отвратительных заключений на вечную тему о том, что даже и в каменной-то стене как будто чем-то сам виноват, хотя опять-таки до ясности очевидно, что вовсе не виноват, и вследствие этого, молча и бессильно скрежеща зубами, сладострастно замереть в инерции, мечтая о том, что даже и злиться, выходит, тебе не на кого; что предмета не находится, а может быть, и никогда не найдется, что тут подмен, подтасовка, шулерство, что тут просто бурда, – неизвестно что и неизвестно кто, но, несмотря на все эти неизвестности и подтасовки, у вас все-таки болит, и чем больше вам неизвестно, тем больше болит!
«Записки из подполья» – Фёдор Достоевский, 1864
«Humillados y ofendidos [Униженные и оскорбленные]» – Fiódor Dostoievski, 1861 Traducción Anastasia K.
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«Let Down» – Radiohead (OK Computer, 1997)
Sí; a veces el pensamiento más disparatado, la idea más imposible se apodera de nosotros con tal fuerza que acabamos por creerla realizable…
Más todavía : si esa idea se asocia a un deseo violento, apasionado, en ocasiones la acepta uno como algo fatal, necesario, impuesto por el destino, como algo que no puede por menos que suceder. Es posible que medie en ello alguna coincidencia de presentimientos, un inusitado esfuerzo de la voluntad, una autointoxicación de la propia fantasía o algo por el estilo, no lo sé; pero aquella noche, que jamás olvidaré en mi vida, hubo de sucederme algo prodigioso. Aunque se explica perfectamente por la aritmética, sin embargo sigue siendo para mí algo prodigioso.
(…)
El juego se da, por ejemplo, rojo, y sigue saliendo durante diez y hasta quince veces seguidas. Anteayer mismo oí decir que durante la semana pasada el rojo se dio veintidós veces consecutivas. Era el hecho sin precedentes en la ruleta, y lo contaban con asombro.
Como se comprende, todos abandonaron en seguida el rojo y hasta pasadas diez vueltas, por ejemplo, casi nadie se atrevió a apostar por él. Pero los jugadores expertos tampoco apuestan al negro, el color contrario. El jugador experto sabe lo que significa ese «capricho de la suerte». Parece, por ejemplo, que después de dieciséis veces seguidas de salir el rojo, la número diecisiete debería corresponder al negro. Así piensan los expertos, que duplican y triplican en masa sus posturas y pierden de un modo terribe.
En cuanto a mí, movido por un extraño capricho, al advertir que el rojo había salido siete veces seguidas, me aferré a él con toda intención. Estaba persuadido de que esto se debía en gran parte al amor propio; quería asombrar a los presentes con aquel riesgo insensato,y – ¡oh, extraña sensación! – recuerdo perfectamente que, en efecto, sin que interviniera para nada el amor propio, me acometió de pronto una espantosa ansia de correr el peligro. Es posible que al pasar por tantas sensaciones el alma no se sacie, sino que se irrite con ellas y exija más todavía, sensaciones más y más fuertes, hasta el agotamiento total.
«El jugador [Игрок, Igrok]» – Fiódor Dostoievski, 1867