Noviembre desde el asiento de atrás.

E.M. Cioran (Niza, Italia. 1938)

Noviembre:

[  -«Soy un cobarde, no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz.» Para calar a alguien, para conocerlo realmente, me basta ver cómo reacciona a estas palabras de Keats. Si no comprende inmediatamente, inútil continuar.

   – Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar.

   – Cuando supe que él era totalmente impermeable a Dostoievsky y a la Música, me negué, a pesar de sus grandes méritos, a conocerlo. Prefiero conversar con un retrasado mental sensible a cualquiera de los dos.

   – Publicar un libro implica el mismo género de contrariedades que una boda o un entierro.

   – Es más fácil entenderse con un monstruo que con lo contrario de un monstruo.]
«Ese maldito yo» – E.M. Cioran

La fila de atrás:

El caótico naranja y marrón cuando una bicicleta pasa por encima de un montón de hojas caídas.

Thom Yorke cantando Let down and hanging around…

La cuajada con miel.

«El amanecer en Valencia» , amaneciendo con Machado.

El segundo nocturno de Chopin.

El viento en el campo al principio del Espejo de Tarkovski.

La gente que pasea a su perro antes de las 7 de la mañana.

Las Variaciones Goldberg de Bach, preferiblemente de noche.

Todo el invierno que me quede sin Navidad.

Malas costumbres desde el balcón.

Emil Michel Cioran

No puede saberse lo que un hombre debe perder por tener el valor de pisotear todas las convenciones, no puede saberse lo que Diógenes ha perdido por llegar a ser el hombre que se lo permite todo, que ha traducido en actos sus pensamientos más íntimos con una insolencia sobrenatural como lo haría un dios del conocimiento, a la vez libidinoso y puro. Nadie fue más franco; caso límite de sinceridad y lucidez al mismo tiempo que ejemplo de lo que podríamos llegar a ser si la educación y la hipocresía no refrenasen nuestros deseos y nuestros gestos.

«Un día un hombre le hizo entrar en una casa ricamente amueblada y le dijo: «Sobre todo no escupas en el suelo». Diógenes, que tenía ganas de escupir, le lanzó el lapo a la cara, gritándole que era el único sitio sucio que había encontrado para poder hacerlo.» (Diógenes Laercio). ¿Quién, después de haber sido recibido por un rico, no ha lamentado no disponer de océanos de saliva para verterlos sobre todos los propietarios de la tierra? Y, ¿quién no ha vuelto a tragarse su pequeño escupitinajo por miedo a lanzarlo a la cara de un ladrón respetado y barrigón?

Somos todos ridículamente prudentes y tímidos: el cinismo no se aprende en la escuela. El orgullo, tampoco.
Emil Michel Cioran

¿Podríamos…? Creo que no. ¿Y si…? Menos todavía.

Vasco Szinetar, E.M. Cioran. París. Vasco Szinetar, 1980

…»She is an excellent girl, very petite, like a pretty parrot, and much too nice; her kindness becomes cruel. Though she doesn’t understand that she is being cruel. For example Angelita and Carlos want me to live with them after they are married, all of us together in one apartment. It was her idea, but Carlos says yes! yes! we must all stay together and from now on he and I will live like brothers. That is the reason I have to kill him. He could never have loved me, not if he could ignore my enduring such hell. He says, ‘Yes, I love you, Jaime; but Angelita – this is different.’ There is no difference. You love or you do not. You destroy or you do not. But Carlos will never understand that. Nothing reaches him, nothing can – only a bullet or a razor.»
She wanted to laugh; at the same time she couldn’t because she realized he was serious and also because she well knew how true it was that certain persons could only be made to recognize the truth, be made to understand, by subjecting them to extreme punishment
Nevertheless, she did laugh, but in a manner that Jaime would not interpret as genuine laughter. It was something comparable to a sympathetic shrug. «You could never kill anyone Jaime.»
He began to comb her hair; the tugs were not gentle, but she knew the anger implied was against himself, not her. «Shit!» Then : «No. And that’s the reason for most suicides. Someone is torturing you. You want to kill them, but you can’t. All that pain is because you love them, and you can’t kill them because you love them. So you kill yourself instead.»
Leaving, she considered kissing him on the cheek, but settled for shaking his hand. «I know how trite this is, Jaime. And for the moment certainly no help at all. But remember – there is always somebody else. Just don’t look for the same person, that’s all.»

«Music for Chameleons» – Truman Capote