Lo que más cerca está y lo que menos se le parece.

«Moskva slezam ne verit (Moscow dosen’t believe in tears)» – Vladimir Menshov,1980

«One Art»

The art of losing isn’t hard to master;
so many things seem filled with the intent
to be lost that their loss is no disaster.

Lose something every day. Accept the fluster
of lost door keys, the hour badly spent.
The art of losing isn’t hard to master.

Then practice losing farther, losing faster:
places, and names, and where it was you meant
to travel. None of these will bring disaster.

I lost my mother’s watch. And look! my last, or
next-to-last, of three loved houses went.
The art of losing isn’t hard to master.

I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
some realms I owned, two rivers, a continent.
I miss them, but it wasn’t a disaster.

–Even losing you (the joking voice, a gesture
I love) I shan’t have lied. It’s evident
the art of losing’s not too hard to master
though it may look like (Write it!) like disaster.

«One Art» – Elisabeth Bishop(1911 – 1979)

«>

Si me costara lo mismo callarme que hablar.

Errol Flynn, Nora Flynn, Rita Hayworth and Orson Welles in Acapulco, Mexico. 1946

«…un hombre que no dice sino tonterías incluso «sin vistas a ningún provecho», no es el mejor contrincante para una discusión que imaginarse pueda, ni como atacante ni como defensor. Confieso, sin embargo, que la autoridad de un médico, y de buena reputación, puede parecer de mayor peso que mi prejuicio, pero insisto en alegar mi experiencia, que superaba la suya en 7.000 gotas [de láudano equivalentes a 280 granos de opio] diarias. Y aunque no era posible suponer que alguien dedicado a la medicina desconociera los síntomas característicos de la intoxicación etílica, se me ocurría sin embargo que quizá incurriera en el error lógico de usar la palabra intoxicación con excesiva latitud, y extenderla genéricamente a todas las formas de excitación nerviosa, en vez de restringirla a la expresión de un tipo específico de excitación, relacionado con ciertos diagnósticos. Hay quien mantiene, según he podido oír, haberse emborrachado con té verde, y en Londres un estudiante de medicina, cuyos conocimientos de la profesión tengo motivos para admirar, me aseguraba el otro día que un paciente, tras haberse recuperado de una enfermedad, se emborrachó con un bistec. «

«Confesiones de un inglés comedor de opio (Confessions of an english opium – eater.)» – Thomas De Quincey, 1821

Cuando los camaleones se vuelven daltónicos.

«Jack Lemmon & Harold Lloyd» – Leo Fuchs, 1964

«El mundo está bien hecho»

Perdidamente enamorada la mujer del sombrero enorme, caía torrencialmente en forma de pirata que viene a sacudir todos los árboles, a elevar hacia el cielo las raíces desengañadas que no sonríen ya con sus dientes de esmeralda. ¿Qué esperaba? Tras la lluvia el corazón se apacigua, empieza a cantar y sabe reír para que los pájaros se detengan a decir su recado misterioso. Pero la prisa por florecer, este afán por mostrar los oídos de nácar como un mimo infantil, como una caricia sin las gasas, suele malograr el color de los ojos cuando sueñan. ¿Por qué aspiras tú, tú, y tú también, tú , la que ríes con tu turbante en el tobillo, levantando la fábula del metal sonorísimo; tú, que muestras tu espalda sin temor a las risas de las paredes? Si saliéramos, si nos perdiéramos en el bosque, encontraríamos la luna cambiando, ajustando a la noche su corona abolida, prometiéndole una quietud como un gran beso. Pero los árboles se curvan, pesan, vacilan y no me dejan fingir que mi cabeza es más liviana que nunca, que mi frente es un arco por el que puede pasar nuestro destino. ¡Vamos pronto! ¡Avivemos el paso! ¿No ves que, si te retrasas, las conchas de la orilla, los caracoles y los cuentos cansados abrirán su vacilación nacarina para entonar su vaticinio subyugante? Corramos, antes que los telones se desplieguen. Antes que los pelos del lobo, que el hocico de la madriguera, que los arbustos de la catarata se ericen y se detengan en su caída. Antes que los ojos de este subuselo se abran de repente y te pregunten. Corramos hacia el espanto.

Pero no puedes. Te sientas. Vacilas pensando que los pinchos no existen más que para bisbisear su ensueño, para acariciarte tus extremos. Tus uñas no son hierro, ni cemento, ni cera, ni catedrales de pórfido para niños maravillados. No las besarán las auroras para mirarse las mejillas, ni los ríos cantarán la canción de las guzlas, mientras tú extiendes tu brazo hacia el ocaso, hasta tocar, tamborilear la mañana reflejada. Entonces, vámonos. Me urge. Me ansía. Me llama la realidad de tu panoplia, de las cuatro armas de fuego y de luna que me aguardan tras de los valles romancescos, tras de ti, sombrío desenvolvimiento en espiral. Por eso tú llevas una cruz violeta en el pecho, una cruz que dice: «Este camino es verde como el astro más reciente, este que está naciendo en el ojo que lo mira.» La cruz toca tu seno, pero no se hiere; llega a las palmas de tus manos, pero no desfallece; sube hasta la sinrazón de las luces, hasta la gratuidad de su nimbo donde las flechas se deshacen.

Si hemos llegado ya, estarás contemplando cómo la pared de cal se ha convertido en lava, en sirena instantánea de «Dime, dime para que te responda»; de «Ámame para que te enseñe»; de «Súmete y aprenderás a dar luz en forma de luna», en forma de silencio que bese la estepa del gran sueño. «Ámame», chillan los grillos. «Ámame», claman los cactos sin sus vainas. «Muere, muere», musita la fría, la gran serpiente larga que se asoma por el ojo divino y encuentra que el mundo está bien hecho.
«El mundo está bien hecho» – Vicente Aleixandre ( Pasión de la tierra,1928-1929)

Si pudiera verme en el espejo.


«As good as it gets (Mejor imposible)», Jack Nicholson – James L. Brooks, 1997

«Ulises a Telémaco»

Querido Telémaco,
la Guerra de Troya
ha terminado. No recuerdo quién venció.
Los griegos, debe ser: los griegos, quién si no,
puede dejar en tierra extraña tantos muertos…
De todos modos, el camino que me lleva al hogar
resulta que se alarga demasiado.
Como si Poseidón, mientras perdíamos el tiempo,
hubiera dilatado el espacio.
Ignoro dónde estoy y lo que veo ante mí.
Al parecer, una isla, sucia, arbustos,
casas, gruñir de cerdos, un jardín
abandonado, cierta reina, hierba y pedruscos…
Telémaco, querido, en verdad
todas las islas se parecen una a otra
cuando es tan largo el viaje: el cerebro ya
va perdiendo la cuenta de las olas,
el ojo, tiznado de tanto horizonte, echa a llorar,
la carne de las aguas obtura el oído.
No recuerdo ya cómo acabó la guerra,
ni cuántos años tienes hoy recuerdo.

Hazte hombre, Telémaco, y crece.
Sólo los dioses saben si hemos de encontrarnos.
Tampoco ahora ya no eres el chiquillo
ante el cual detuve aquellos toros.
Hoy, de no ser por Palamedes, estaría a tu lado.
Pero tal vez sea mejor así: pues sin mí
te has librado de los males de Edipo,
y en tus sueños, Telémaco, ignoras el pecado.
«Ulises a Telémaco», 1972 – Joseph Brodsky (No vendrá el diluvio tras nosotros 1960 – 1996) Versión de Ricardo San Vicente

La sangre vuelta del revés.

«Richard Hickock(1931 – 1965) y Perry Smith(1928 – 1965)» – Richard Avedon(1923 – 2004), 1960

«Poema del inocente»

Bien voluntarioso es el sol
en los arenales de Chicama.
Anuda, pues, las cuatro puntas del pañuelo sobre tu cabeza
y anda tras la lagartija inútil
entre esos árboles ya muertos por la sollama.
De delicadezas, la del sol la más cruel
que consume árboles y lagartijas respetando su cáscara.
Fija en tu memoria esa enseñanza del paisaje,
y esta otra:
de cuando acercaste al árbol reseco un fosforito trivial
y ardió demasiado súbito y desmedido
como si fuera de pólvora.
No te culpes, quién iba a calcular tamaño estropicio!
Y acepta: el fuego ya estaba allí,
tenso y contenido bajo la corteza,
esperando tu gesto trivial, tu mataperrada.
Recuerda, pues, ese repentino estrago (su intraducible belleza)
sin arrepentimientos
porque fuiste tú, pero tampoco.
Así
en todo.
«Poema del inocente» – José Watanabe(1945 – 2007) [El huso de la palabra, 1989]

«Bang Bang (My baby shot me down)» – Nancy Sinatra, 1966

Locura controlada.



Andy Warhol(1928 – 1987)

«El pensamiento – para darle un nombre más noble del que merecía – había hundido su caña en el río. Oscilaba, minuto tras minuto, de aquí para allá, entre los reflejos y las hierbas, subiendo y bajando con el agua, hasta – ya conocéis el pequeño tirón – la súbita conglomeración de una idea en la punta de la caña; y luego el prudente tirar de ella y el tenderla cuidadosamente en la hierba. Pero, tendido en la hierba, qué pequeño, qué insignificante parecía ese pensamiento mío; la clase de pez que un buen pescador vuelve a meter en el agua para que engorde y algún día valga la pena cocinarlo y comerlo. No os molestaré ahora con este pensamiento , aunque, si observáis con cuidado, quizá lo descubráis vosotras mismas entre todo lo que voy a decir.

Pero, por pequeño que fuera, no dejaba de tener la misteriosa propiedad característica de su especie : devuelto a la mente, en seguida se volvió muy emocionante e importante; y al brincar y caer, y chispear de un lado a otro, levantaba tales remolinos y tal tumulto de ideas que era imposible permanecer sentado. «
«Una habitación propia» ( A room of one’s own) – Virginia Woolf, 1929

La importancia del que espera.

Podemos afirmar que algo pertenece al pasado sólo cuando, un día cualquiera,al darnos una imagen de pleno en la cara, contar hasta diez es suficiente. Un recuerdo, en cualquier caso, tiene bastante con esos diez segundos, y también, se los merece.


Arthur Miller and Marilyn Monroe 1950s

«Honesta descripción de mí mismo»

Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.

A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.

No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.

No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.

Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
«Honesta decripción de mí mismo» – Czeslaw Milosz (Versión de Gerardo Beltrán)

Imaginemos.


Harry Houdini (1874 – 1926)

Sí; a veces el pensamiento más disparatado, la idea más imposible se apodera de nosotros con tal fuerza que acabamos por creerla realizable…
Más todavía : si esa idea se asocia a un deseo violento, apasionado, en ocasiones la acepta uno como algo fatal, necesario, impuesto por el destino, como algo que no puede por menos que suceder. Es posible que medie en ello alguna coincidencia de presentimientos, un inusitado esfuerzo de la voluntad, una autointoxicación de la propia fantasía o algo por el estilo, no lo sé; pero aquella noche, que jamás olvidaré en mi vida, hubo de sucederme algo prodigioso. Aunque se explica perfectamente por la aritmética, sin embargo sigue siendo para mí algo prodigioso.
(…)
El juego se da, por ejemplo, rojo, y sigue saliendo durante diez y hasta quince veces seguidas. Anteayer mismo oí decir que durante la semana pasada el rojo se dio veintidós veces consecutivas. Era el hecho sin precedentes en la ruleta, y lo contaban con asombro.
Como se comprende, todos abandonaron en seguida el rojo y hasta pasadas diez vueltas, por ejemplo, casi nadie se atrevió a apostar por él. Pero los jugadores expertos tampoco apuestan al negro, el color contrario. El jugador experto sabe lo que significa ese «capricho de la suerte». Parece, por ejemplo, que después de dieciséis veces seguidas de salir el rojo, la número diecisiete debería corresponder al negro. Así piensan los expertos, que duplican y triplican en masa sus posturas y pierden de un modo terribe.
En cuanto a mí, movido por un extraño capricho, al advertir que el rojo había salido siete veces seguidas, me aferré a él con toda intención. Estaba persuadido de que esto se debía en gran parte al amor propio; quería asombrar a los presentes con aquel riesgo insensato,y – ¡oh, extraña sensación! – recuerdo perfectamente que, en efecto, sin que interviniera para nada el amor propio, me acometió de pronto una espantosa ansia de correr el peligro. Es posible que al pasar por tantas sensaciones el alma no se sacie, sino que se irrite con ellas y exija más todavía, sensaciones más y más fuertes, hasta el agotamiento total.

«El jugador [Игрок, Igrok]» – Fiódor Dostoievski, 1867

Apuntes para el futuro.


Stalin,Roosevelt y Churchill en Yalta(1945)

Si el arte enseña algo ( al artista en primer lugar) es a apreciar la individualidad de la existencia del ser humano. Siendo la más antigua ( y la más directa) forma de individualidad, el arte, queriendo o no, premia en un hombre precisamente su sentimiento de individualidad, particularidad y singularidad, transformándolo de un animal social a un individuo. Muchas cosas se pueden dividir: el pan, el lecho, las convicciones, a tu amada, pero no un poema, digamos de Rainer Maria Rilke. Las obras de arte – particularmente las literarias y concretamente las poéticas – se dirigen al hombre “tet-a-tet”, creando una comunicación directa, sin terceras personas. Precisamente por ese motivo, muchos de los cuidadores del bien general, dueños de las masas y preocupados por la necesidad histórica, no gustan mucho del arte en general, de la literatura en particular y de la poesía en concreto. Ocurre esto ya que por donde ha pasado el arte, donde se ha leído un poema, ellos descubren que en lugar del esperado consenso y unanimidad, existen discrepancias e indiferencia, en lugar de deseos de actuar, descubren la falta de atención y el asco. Dicho de otra forma: a los ceros con los que los cuidadores del bien general y los dueños de las masas desean operar, el arte les añade puntos, puntos y comas y guiones, convirtiendo cada cero en una cara humana, aunque esta no siempre sea del todo atractiva.
(…)
La filosofía de un gobierno, su ética, sin hablar ya de su estética, es siempre “el ayer”; la lengua, la literatura, siempre “el hoy” y, muy frecuentemente sobre todo dependiendo de lo ortodoxo que es uno u otro sistema político, incluso es “el mañana”. Uno de los méritos de la literatura consiste en eso: ayuda al ser humano a fijar el tiempo de su existencia, a distinguir a sí mismo entre la multitud de sus predecesores, a evitar la tautología o lo que es lo mismo, evitar convertirse en una “víctima de la historia”. El arte en general y la literatura en particular, es maravillosa y distinta de la vida real precisamente por eso, porque huye de la repetición. En la vida cotidiana, puedes contar el mismo chiste varias veces y varias veces causará carcajadas, convierténdote en el alma de una fiesta. En literatura ese tipo de conducta se denomina “cliché”.
(…)
Hoy en día es muy popular el convencimiento de que el escritor, especialmente el poeta, tiene que utilizar en sus obras la lengua de las multitudes. A pesar de lo democrático y de las claras ventajas practicas de este punto de vista, esta afirmación pretende hacer que la historia se apodere del arte, en este caso de la literatura en particular. Solo si decidimos que el “homo sapiens” debe frenarse en su desarrollo, podemos permitir que la literatura hable en la lengua de las multitudes. En caso contrario, es la multitud la que debería hablar en la lengua de la literatura.
(…)
No llamo a la sustitución de un gobierno por una biblioteca – a pesar de que esa idea me ha venido a la cabeza muchas veces – pero no dudo de que, si eligiéramos a nuestros políticos basándonos en su experiencia como lectores y no en sus programas políticos, en el mundo habría mucha menos desgracia. Me parece que a los potenciales gobernadores de nuestro destino habría que preguntarles primero no cómo ven el curso de la política mundial sino qué opinión tienen de Stendhal, Dickens o Dostoievski.
(…)
Sólo diré – no por propia experiencia por desgracia, sino sólo teóricamente – que considero que para una persona que ha leído a Dickens, disparar a un semejante en nombre de cualquier ideología, sería más complicado que para una persona que no ha leído a Dickens. Hablo precisamente de leer a Dickens, Stendhal, Dostoievski, Balzak, Melville…osease de literatura, no de la cultura o la educación. Una persona culta y educada puede perfectamente, después de leer este u otro tratado político, matar a un semejante e incluso experimentar cierto placer haciéndolo. Lenin era culto, Stalin era culto, Hitler también, Mao incluso escribía poesía: la lista de sus victimas, sin embargo, supera con creces su lista de lecturas.

(…)

El que escribe un poema lo escribe precisamente porque el acto de escribir poesía es un increíble acelerador de la conciencia, del pensamiento y de la apreciación del mundo. Habiendo experimentado esa sensación una vez, una persona ya no puede dejar de repetir esa experiencia, cae en una dependencia de dicho proceso como caen en dependencia de las drogas o del alcohol. Al hombre que se encuentra en esa dependencia de la lengua, creo yo, es al que podemos llamar poeta.

Discurso de aceptación del Premio Nobel, Joseph Brodsky [Traducción Anastasia K.] (1987)

El quizás, visto como una simple palabra.


Bob Dylan

«Lo primero es lo primero»
Desvelado, yací en los brazos de mi propio calor y escuché
una tormenta que paladeaba su condición de tormenta en la oscuridad invernal
hasta que mi oído, como ocurre cuando estoy medio dormido o medio sobrio,
se afanó en desentrañar ese alboroto exclamativo,
trocando sus etéreas vocales y acuosas consonantes
en un discurso de amor indicativo de un Nombre Propio.

Difícilmente la lengua que hubiera escogido yo, y sin embargo, en la medida
en que lo permitían la estridencia y la torpeza, te elogiaba,
reconociéndote como una criatura divina de la Luna y el Viento del Oeste
con poder para domar monstruos reales e imaginarios,
comparando tu aplomo vital con un condado montañés,
verde a posta por aquí, por allá puro azul por si trajera suerte.

A pesar de lo estruendoso que era, a solas como sin duda me encontró,
reconstruyó un día de silencio peculiar
en que un estornudo podría haberse oído a una milla, y me permitió caminar
sobre un promontorio de lava a tu lado, la ocasión tan eterna
como la mirada de cualquier rosa, tu presencia exactamente
tan singular, tan valiosa, tan allí, tan ahora.

Todo ello, además, a una hora en la que más a menudo de lo que quisiera
un diablo sonriente me molesta en hermoso inglés,
prediciendo un mundo en el que todo lugar sagrado
es un yacimiento cubierto de arena al que acuden todos los tejanos cultos,
desinformados y desplumados por sus guías,
y todos los corazones mansos se han extinguido cual Obispos Hegelianos.

Agradecido, dormí hasta una mañana que no dijo
cuánto creía de lo que, según yo, había dicho la tormenta
sino que discretamente hizo que me fijara en lo que había hecho
-unos cuantos metros cúbicos más en mi cisterna
contra un verano leonino-, estableciendo prioridades:
miles han vivido sin amor, nadie sin agua.

«Lo primero es lo primero» – W.H. Auden (Canción de cuna y otros poemas) Versión de Eduardo Iriarte