Ayer, después de casi once horas en la facultad y ante la inminente hora en autobús, decidí ir a la biblioteca y sacarme un libro para el viaje. Me acordé de las veces que salió el nombre de Rayuela en las conversaciones del taller. Ya en la biblioteca, escogí la edición que más me gustó (o lo que es lo mismo, la más antigua de las disponibles). Cual fue mi sorpresa cuando al abrir el libro en casa descubrí una carta de amor.
Parece ser que me he metido en medio de una correspondencia amorosa entre dos jóvenes y entre recogida y recogida la casualidad ha querido que sacara justamente el libro que la chica eligió para dejar su carta.
Una de esas situaciones en las que no sabes muy bien qué hacer con el descubrimiento y que además, por una razón muy extraña, te hace pensar en cosas de las que ya te habías olvidado.
La semana sigue, pero es una lástima que el chico nunca reciba la carta. Aunque lo más sorprendente de la historia es que quizá haya provocado más revuelo en mí del que hubiera podido provocar en él; aunque todavía me queda por saber en qué terminará mi paralelismo particular (de esos que no tienen nada que ver con lo dicho).
Para que luego digan que las bibliotecas son aburridas y el romanticismo ha muerto.
Apunte pasado por agua.
Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.
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«La lluvia» – Andréi Petróv (BSO de la película «Romance Laboral [Eldar Ryazanov], 1977)
A ver quién reflexiona ahora.
Bertrand Russell con los estudiantes de Princeton, 1944
Escena Muda
El ALCALDE está en el centro, como una columna, con las manos tendidas y abiertas y la cabeza echada hacia atrás. A la derecha, están su esposa y su hija, con todo el cuerpo tendido hacia él; detrás de ellas, el JEFE DE CORREOS, convertido en un signo de interrogación, dirigido hacia el público; detrás de él, LUKA LÚKICH, que se ha perdido en la forma más inocente del mundo; detrás de él, en el extremo mismo de la escena, tres de las damas visitantes están arrimadas la una a la otra con la más satírica de las expresiones en el rostro, aludiendo directamente a la familia del ALCALDE. A la izquierda del ALCALDE están: ZEMLIANIKA, con la cabeza un poco inclinada a un costado, como escuchando algo; detrás de él, el JUEZ, con las brazos muy separados, casi en cuclillas y con los labios contraídos en tal forma como si quisiera silbar o exclamar: «¡Ya nos llegó el Juicio Final!» Detrás de él está KOROBKIN, quien se dirige a los espectadores con el ojo entornado y aludiendo sardónicamente al ALCALDE; más atrás, en el extremo del escenario, DÓBCHINSKY y BÓBCHINSKY, con los brazos tendidos el uno hacia el otro, boquiabiertos y con los ojos fuera de las órbitas. Los demás visitantes, simplemente, han quedado reducidos a meras columnas. Durante cerca de medio minuto, el grupo petrificado se mantiene en esa actitud.
Baja el telón.
«El inspector» – Nikolái Gógol, 1836
Todavía no queda el silencio.
«Concierto de Piano nº1, 2ndo movimiento [Chaikovski]» – Van Cliburn, 1962
¿Lo sabes? Todo es difícil. Difícil es el amor.
Más difícil su ausencia. Más difícil su presencia o estancia.
Todo es difícil…Parece fácil y qué difícil es
repasar el cabello de nuestra amada con estas manos
materiales que lo estrujan y obtienen.
Difícil, poner en su boca carnosa el beso estrellado que
nunca se apura.
Difícil, mirar los hondos ojos donde boga la vida,
y allí navegar, y allí remar, y allí esforzarse,
y allí acaso hundirse sintiendo la palpitación en la boca, el
hálito en esta boca
donde la última precipitación diera un nombre o la vida.
Todo es difícil. El silencio. La majestad. El coraje:
el supremo valor de la vida continua.
Este saber que cada minuto sigue a cada minuto,
y así hasta lo eterno.
Difícil, no creer en la muerte; porque nadie cree en la
muerte.
Hablamos de que morimos, pero no lo creemos.
Vemos muertos, pisamos
muertos: separamos
los muertos. ¡Sí, nosotros vivimos!
Muchas veces he visto
esas hormigas, las bestezuelas tenaces viviendo,
y he visto una gran bota caer y salvarse muy pocas.
Y he visto y he contado las que seguían, y su divina
indiferencia,
y las he mirado apartar a las muertas y seguir afanosas,
y he comprendido que separaban a sus muertos como
a las demás sobrevenidas piedrecillas del campo.
Y así los hombre cuando ven a sus muertos
y los entierran, y sin conocer a los muertos viven, aman,
se obstinan.
Todo es difícil. El amor. La sonrisa. Los besos de los
inocentes que se enlazan y funden.
Los cuerpos, los ascendimientos del amor, los castigos.
Las flores sobre su pelo. Su luto otros días.
El llanto que a veces sacude sus hombros. Su risa o su
pena.
Todo: desde la cintura hasta su fe en la divinidad;
desde su compasión hasta esa gran mano enorme y exten-
sa donde los dos nos amamos.
Ah, rayo súbito y detenido que arriba no veo.
Luz difícil que ignoro, mientras ciego te escucho.
A ti, amada mía difícil que cruelmente, verdaderamente
me apartarás con seguridad del camino
cuando yo haya caído en los bordes, y en verdad no lo
sepas.
«Difícil» – Vicente Aleixandre («Historia del corazón[1945-1953],1954)
A dos fobias de distancia.
Sharon Stone y Robert De Niro (El Casino) – Martin Scorsese,1995
«Aquí va -tan cerca de la cita textual como permitía la estupefacción- la historia que contó Schwartz acerca de cómo conoció al senor Russ Hampshire, jefe de VCA Inc., que es lo que Scotty denomina «un pez muy gordo: así de gordo, a ver si me entiendes» en la industria del cine para dultos:
– Pues estoy yo en esa fiesta, yendo por ahí y camelándome a las chicas y al otro lado de la sala veo a Russ Hampshire y Russ me mira a los ojos, a ver si me entiendes, y me dice, ya sabes: «Eh, chaval, ven aquí», así que voy con él y joder, es el puto Russ Hampshire en persona, ya me entiendes, y yo voy para donde él está y Russ se me acerca y dice: «Scotty, te he estado observando. Me gusta tu estilo. A mí se me da bien juzgar a la gente,y, Scotty, tú eres buena gente. Nunca he oído a nadie decir nada malo de ti.» [Recuerden ustedes que es Scotty el que cuenta esta historia. Fíjense en cómo cita textualmente el diálogo de Hampshire. Fíjense en el cambio de timbre y en la reprodución perfectamente oportuna. Fíjense en el hecho de que a Schwartz no se le ocurre ni por un momento que a un ciudadano americano normal le pueda aburrir o repeler el que él se explaye durante un buen rato en los elogios que le ha prodigado otra persona. Schwartz solamente sabe que esa conversación tuvo lugar y que significa que un pez gordo lo aprueba y que redunda en beneficio del crédito de Scotty el que él quiera que lo sepa todo, todo el mundo.] «Chaval, solamente quiero decirte que me caes bien, joder, y que si hay algo que yo pueda hacer, ya sabes, para ayudarte, lo que sea, solo tienes que decírmelo.»
…Fin de la viñeta, y ahora Scotty- igual que Max, igual que Jasmin, igual que Jenna y Randy y Tom y Caressa- mira a todos los presentes y examina las caras de sus oyentes en busca de la admiración que tiene que aparecer por fuerza. ¿Cuál es la reacción socialmente apropiada a una anécdota como esta: una anécdota sin contexto, a cuento de nada, con su propósito arrogantemente carente de sutileza (y sin embargo, algo conmovedor, en última instancia, por su desnuda inseguridad) de hacer que uno admire al que cuenta? Los segundos que siguieron a la misma, con la viñeta suspedida en el aire y la mirada de Scotty palpando las caras de estos enviados especiales como si fueran dedos, fueron los primeros de una infinidad de momentos parecidos a lo largo del fin de semana de los Premios de AVN. ¿Cómo se supone que hay que reaccionar? Fue muy incómodo. Uno de estos enviados especiales optó por un «Uau.Caray». El otro fingió que se le había atragantado una col de Bruselas.»
«Hablemos de langostas» – David Foster Wallace, 2007
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«Letterbomb» – Green Day (American Idiot,2004)
Malas costumbres desde el balcón.
Emil Michel Cioran
No puede saberse lo que un hombre debe perder por tener el valor de pisotear todas las convenciones, no puede saberse lo que Diógenes ha perdido por llegar a ser el hombre que se lo permite todo, que ha traducido en actos sus pensamientos más íntimos con una insolencia sobrenatural como lo haría un dios del conocimiento, a la vez libidinoso y puro. Nadie fue más franco; caso límite de sinceridad y lucidez al mismo tiempo que ejemplo de lo que podríamos llegar a ser si la educación y la hipocresía no refrenasen nuestros deseos y nuestros gestos.
«Un día un hombre le hizo entrar en una casa ricamente amueblada y le dijo: «Sobre todo no escupas en el suelo». Diógenes, que tenía ganas de escupir, le lanzó el lapo a la cara, gritándole que era el único sitio sucio que había encontrado para poder hacerlo.» (Diógenes Laercio). ¿Quién, después de haber sido recibido por un rico, no ha lamentado no disponer de océanos de saliva para verterlos sobre todos los propietarios de la tierra? Y, ¿quién no ha vuelto a tragarse su pequeño escupitinajo por miedo a lanzarlo a la cara de un ladrón respetado y barrigón?
Somos todos ridículamente prudentes y tímidos: el cinismo no se aprende en la escuela. El orgullo, tampoco.
Emil Michel Cioran
Coincidencias, y no.
«Tal como éramos (Barbara Streisand y Robert Redford)» – Sydney Pollack, 1973
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso:
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso:
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño:
creer que el cielo en un infierno cabe;
dar la vida y el alma a un desengaño,
¡esto es amor! quien lo probó lo sabe.
Félix Lope de Vega
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«Moon River» – Audrey Hepburn
Seguro que a veces sueñas.
II
Para la libertad sangro, lucho, pervivo.
Para la libertad, mis ojos y mis manos,
como un árbol carnal, generoso y cautivo,
doy a los cirujanos.
Para la libertad siento más corazones
que arenas en mi pecho: dan espumas mis venas,
y entro en los hospitales, y entro en los algodones
como en las azucenas.
Para la libertad me desprendo a balazos
de los que han revolcado su estatua por el lodo.
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos,
de mi casa, de todo.
Porque donde unas cuencas vacías amanezcan,
ella pondrá dos piedras de futura mirada
y hará que nuevos brazos y nuevas piernas crezcan
en la carne talada.
Retoñarán aladas de savia sin otoño
reliquias de mi cuerpo que pierdo en cada herida.
Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.
«El herido» – Miguel Hernández (El hombre acecha,1938-39)
Miguel Hernández y su mujer, Josefina Manresa
«Corría sin parar y no podía abrir ninguna de las puertas mientras él le apuntaba con su arma, su rostro lleno de sangre decía palabras sin sentido, y a diferencia de lo que se podría pensar, no estaba nerviosa, sabía que ese momento iba a llegar; le miró a los ojos mientras él avanzaba lentamente; tiró su arma al suelo y cogió la mano de Alba acercándola hacia su frente e introduciéndola en un agujero de bala sangrante, después la oscuridad.
Sudando despertó alterada; no era la primera vez que tenía esa clase de sueños, hacía años cuando comenzó con su odisea personal, las noches las pasaba en vela intentando calmar su conciencia con las frases que había escuchado sobre aquellos a los que la gente llamaba héroes. Habían pasado dos años de aquello y cada día que pasaba era motivo de alegría porque el final estaba más cerca.»
«Libertaria» – Raquel Antón Ruiz (Dissonàncies,2010)
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«Para la libertad» – Joan Manual Serrat (Miguel Hernández, 1972)
Tan tarde que es pronto.
Herman Leonard y Ella Fitzgerald,New York, 1949.
Unas miradas
que se encuentran
en un café desierto,
un lunar
en tu cuello
que es capaz
de volverme loco,
y 20 segundos
para encender un pitillo
dar un trago al vino blanco
y ver cómo llega un tipo
que te besa
con la mitad de ganas
que lo hubiera hecho yo.
«20 segundos» – Pablo Casares (Notas a pie de la vida,2007)
Camaleónica. No siempre.
«Some like it hot (Con faldas y a lo loco)», Tony Curtis y Jack Lemmon – Billy Wilder, 1959
Act 2 Scene 3
Open contryside near Gloucester’s castle.
Enter EDGAR
EDGAR:
I heard myself proclaimed,
And by the happy hollow of a tree
Escaped the hunt. No port is free, no place
That guard and most unusual vigilance
Does not attend my taking. Whiles I may ‘scape
I will preserve myself, and am bethought
To take the basest and most poorest shape
That ever penury in contempt of man
Brought near to beast. My face I’ll grime with filt
Blanket my loins, elf all my hairs in knots,
And with presented nakedness outface
The winds and persecutions of the sky.
The country gives me proof and precedent
Of Bedlam beggars, who with roaring voices
Strike in their numbed and mortifièd arms,
Pins, wooden pricks, nails, sprigs of rosemary;
And with this horrible object, from low farms,
Poor pelting villages, sheep-cotes, and mills,
Sometimes with lunatic bans, sometime with prayers,
Enforce their charity. «Poor Turlygod! Poor Tom!»
That’s something yet: Edgar I nothing am.
«King Lear» – William Shakespeare, 1603-1606
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«The dark side of the moon» – Pink Floyd (The dark side of the moon, 1973)









