Jet Lag

«Helmut Newton» – Suzy Menkes

Al despertarme esta mañana
he notado un erizo en mi boca,
eso es que tengo
algo que recordar.

Me miras sin dar nada por hecho
y de fondo, la sombra del día
se exhibe cruzando la calle,
en el cebrado va pisando en lo negro.

En la mesa,
el tribunal de botellas vacías
aún conserva la noche y los cuerpos
en sus acristaladas entrañas.

Mi mirada se choca contra el techo
y desvío la vista hacia tus fotos,
fríos rastros de días pasados,
caras empaquetadas al vacío.

(Sé que en esta bañera sin fondo,
al amanecer siempre sobran pirañas.)

Las agujas de plomo, errantes
se han perdido en un vaivén invisible
y aunque intente traspasar el espejo
mi reflejo me acabará dando en la nuca.

Convendría un blues,
quizá escuchar el latido del suelo
o quizá,
darle paso al silencio
y guardar este vago intento de amor
como un viejo abrigo en desuso.
«Jet lag» – Anastasia K.
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«Little by little» – Oasis (Heathen chemistry, 2002)

Somos lo que tememos.

Rodney Smith

Hey you, wailing by the wall,
hoping it’ll fall in their direction,
you’re waiting for another resurrection
is this what we’ve come to?

“Hey you, looking at the moon” – Graham Nash

*Para aquellos que aparecen en un poema, y nunca lo sabrán.

El gato de tu portal te espera.
Es todo lo que necesitas saber.
El ascensor te dedicará
su saludo de rigor.
Ya tienes tu hora fijada,
para no compartirlo con nadie.

(Un día sí y otro no
te acuerdas de que el jazmín
existe.)

El paisaje de hormigón no cambia,
esta farola siempre ha sido
un incordio para doblar la esquina
y seguirá allí
incluso cuando ya no la odies.
Hace mucho que ya no saludas
al panadero que apura su cigarro
apoyado en la pared,
justo a la misma hora.

Has llegado al momento
en el que tu indiferencia
tiene un compás
y finges que su lentitud
es intencionada.

Un perro pasa de largo,
a falta de palabras
echa sudor por la lengua
y, al perderlo de vista,
sabes
que pronto te ocurrirá lo mismo.
Anastasia K.

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«Love minus zero.No limit» – Bob Dylan (bringing it all back home, 1965)

Humildad en la punta de los dedos.

A veces es mejor hablar, a veces, quedarse callada o, mejor aún, ninguna de las dos cosas. A veces no saber dónde ir es lo que te lleva la salida, y a veces, simplemente hay que aceptar que de vez en cuando viene bien una lección de humildad e incluso, una derrota.


«Lecho en el espejo» – Eva Rubinstein, 1972

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«Humble me» – Norah Jones(Feels like home,2004)

Siempre lo contrario.

Intentas escribir algo sorprendente, ingenioso. Pretendes fingir un poco, exagerar otro tanto y dramatizar sentimientos.Piensas que es justo ahora, en este verso, donde vas a volcar todo lo negativo que llevas tiempo acumulando. Dando nombres y fechas. Mencionando situaciones y conversaciones concretas para que no haya lugar a dudas. Y cuando lo relees te das cuenta de que no podría estar más lejos de todo lo que intentabas decir. «Quizá no sea el momento» piensas. Y resulta una explicación de lo más conciliadora.

Jacques Prévert, París – Robert Doisneau

Las dos de la tarde.
Sillas, pasos, ruido de mandíbulas.
Hay un niño
llorando por costumbre
en la mesa de al lado.
También los camareros
se agarran a la costumbre
para no mandar al carajo
al típico pesado
que los llama de usted.

Bebo agua.
No por abstinencia
sino porque el vaso de vino
tiene un extraño reflejo
de algo que parece suciedad.
De todas formas,
no conviene emborracharse
cuando se está sola.
Siempre se necesita a alguien
que luego te reconstruya
la palabrería inútil
que anda suelta
después de la tercera copa.
Esa que por otra parte,
al menos en mi caso,
es la más provechosa.

Olvido mi provisional ley seca
establecida por la vaguería
del lavavajillas.
Cuando traen el bistec,
el cuchillo, como no,
no sería una amenaza
ni para un trozo de paté.
Así que también tocará
ponerme a régimen;
porque después de tanta agua
no me apetece nada
convertirme en la típica pesada
que llama a los camareros de usted.

El ritmo de las mandíbulas
disminuye con el postre,
eso sí,
el niño no se rinde.

Resulta que comer sola
no es desagradable
por la orfandad de la silla de enfrente,
sino por no tener a nadie
a quien poder quejarme
por aquel extraño reflejo
(a las tres sentencio
que definitivamente es suciedad)
en mi copa de vino vacía.

«Juego de sillas» – Anastasia K.

«Fast car» – Tracy Chapman (Tracy Chapman,1988)

Reflejo felino.

«Joven pareja» – Bruce Davidson, 1958


REFLEJO FELINO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

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«Californication» – Red Hot Chili Peppers (Californication,1999)

Desayuno con andamios.

Al fin decido publicar un poema propio. Los días de verano aparte de calurosos resultan insultantemente largos así que la culpa de cualquier desvarío que podréis encontrar es enteramente suya. Ya sé que las excusas siempre son odiosas e inecesarias pero qué le vamos a hacer…


«9th Avenue Elevated armiture in Harlem, on 8th Avenue near 127th Street» – Andreas Feininger , 1940

DESAYUNO CON ANDAMIOS

Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

Burevestnik*

*Burevestnik[Буревестник] (ruso) : traducido textualmente «el que anuncia la tormenta» – petrel (ave marina)

A ver si me aclaro, ¿en cuanto lo has dicho ha perdido todo el sentido?

Y ahora resulta que una vez hecha y respondida la pregunta hay un cierto tiempo (¿establecido por quién?) en el que la situación no puede repetirse. Lo mejor que te queda en estos casos, es la satisfacción de no haber perdido la compostura y haber sido capaz de hacer un descubrimiento sin que este te impida seguir el hilo de la conversación o de los silencios.

Por desgracia, muchas veces la pregunta se hace en un idioma tan conocido que ya no importa si tu respuesta suena a ruso.

«El canto del Petrel»

Sobre la nívea llanura del mar, el viento amontona las nubes. Entre las nubes y el mar vuela orgulloso el petrel, semejante a un relámpago negro.
Ya rozando las olas con sus alas, ya atravesando las nubes como una flecha, el petrel no cesa de gritar. Y las nubes escuchan un himno de alegría en los gritos audaces del ave.

¡Esos gritos expresan su sed de tempestad!

Las nubes perciben en estos gritos la fuerza de la cólera, la llama de la pasión y la seguridad de la victoria.

Las gaviotas gimen ante la tempestad, gimen y se balancean sobre las olas, buscando esconder en el fondo del mar su horror ante la tempestad. Los somormujos también gimen. Para ellos no es dable concebir la delicia del combate por la vida, y el retumbo de las olas les asusta. El tonto pingüino esconde tímidamente su cuerpo pesado entre las rocas. Tan sólo el petrel, orgulloso, vuela libre y soberano sobre el mar, cubierto de blanquísimas espumas.

Se oye el retumbo del trueno. Gimen las olas coronadas de espuma, en pugna formidable con el viento. De pronto, he aquí que el viento ciñe la procesión de las olas con sus robustos brazos, y colérico las arroja con todas sus fuerzas contra los duros peñascos, donde las masas líquidas se hacen polvo y se rompen en salpicaduras de esmeralda.

El petrel, más hermoso todavía, entre gritos rubrica el espacio, y como una flecha se hunde en el seno de las nubes rozando las crestas espumosas de las olas con sus alas. El petrel vuela como un demonio – el orgulloso y negro demonio de la tempestad- y solloza y grita. El petrel ríe de las nubes tempestuosas, sollozando de alegría. El petrel –atento demonio- ya percibe la fatiga de la cólera del trueno y adivina que las nubes ya no podrán ocultar más el sol. ¡No, no lo ocultarán!

El viento aúlla; retumba el trueno… Como una llama azul, las bandadas de nubes flamean sobre los abismos del mar. El mar aprisiona las flechas de los relámpagos y las hunde en sus abismos. Y como si fuesen serpientes de fuego, los relámpagos se tuercen y se apagan.

¡La tempestad! ¡Pronto tronará la tempestad!

Y así, más hermoso todavía, el orgulloso petrel vuela soberano y atrevido entre una fiesta de relámpagos, sobre el mar, que coléricamente retumba.

Y el profeta de la victoria grita:

-¡Qué ruja la tempestad! ¡Más fuerte todavía!

«El canto del Petrel» – Maksim Gorki,1901

La importancia del que espera.

Podemos afirmar que algo pertenece al pasado sólo cuando, un día cualquiera,al darnos una imagen de pleno en la cara, contar hasta diez es suficiente. Un recuerdo, en cualquier caso, tiene bastante con esos diez segundos, y también, se los merece.


Arthur Miller and Marilyn Monroe 1950s

«Honesta descripción de mí mismo»

Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.

A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.

No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.

No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.

Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
«Honesta decripción de mí mismo» – Czeslaw Milosz (Versión de Gerardo Beltrán)

Apuntes para el futuro.


Stalin,Roosevelt y Churchill en Yalta(1945)

Si el arte enseña algo ( al artista en primer lugar) es a apreciar la individualidad de la existencia del ser humano. Siendo la más antigua ( y la más directa) forma de individualidad, el arte, queriendo o no, premia en un hombre precisamente su sentimiento de individualidad, particularidad y singularidad, transformándolo de un animal social a un individuo. Muchas cosas se pueden dividir: el pan, el lecho, las convicciones, a tu amada, pero no un poema, digamos de Rainer Maria Rilke. Las obras de arte – particularmente las literarias y concretamente las poéticas – se dirigen al hombre “tet-a-tet”, creando una comunicación directa, sin terceras personas. Precisamente por ese motivo, muchos de los cuidadores del bien general, dueños de las masas y preocupados por la necesidad histórica, no gustan mucho del arte en general, de la literatura en particular y de la poesía en concreto. Ocurre esto ya que por donde ha pasado el arte, donde se ha leído un poema, ellos descubren que en lugar del esperado consenso y unanimidad, existen discrepancias e indiferencia, en lugar de deseos de actuar, descubren la falta de atención y el asco. Dicho de otra forma: a los ceros con los que los cuidadores del bien general y los dueños de las masas desean operar, el arte les añade puntos, puntos y comas y guiones, convirtiendo cada cero en una cara humana, aunque esta no siempre sea del todo atractiva.
(…)
La filosofía de un gobierno, su ética, sin hablar ya de su estética, es siempre “el ayer”; la lengua, la literatura, siempre “el hoy” y, muy frecuentemente sobre todo dependiendo de lo ortodoxo que es uno u otro sistema político, incluso es “el mañana”. Uno de los méritos de la literatura consiste en eso: ayuda al ser humano a fijar el tiempo de su existencia, a distinguir a sí mismo entre la multitud de sus predecesores, a evitar la tautología o lo que es lo mismo, evitar convertirse en una “víctima de la historia”. El arte en general y la literatura en particular, es maravillosa y distinta de la vida real precisamente por eso, porque huye de la repetición. En la vida cotidiana, puedes contar el mismo chiste varias veces y varias veces causará carcajadas, convierténdote en el alma de una fiesta. En literatura ese tipo de conducta se denomina “cliché”.
(…)
Hoy en día es muy popular el convencimiento de que el escritor, especialmente el poeta, tiene que utilizar en sus obras la lengua de las multitudes. A pesar de lo democrático y de las claras ventajas practicas de este punto de vista, esta afirmación pretende hacer que la historia se apodere del arte, en este caso de la literatura en particular. Solo si decidimos que el “homo sapiens” debe frenarse en su desarrollo, podemos permitir que la literatura hable en la lengua de las multitudes. En caso contrario, es la multitud la que debería hablar en la lengua de la literatura.
(…)
No llamo a la sustitución de un gobierno por una biblioteca – a pesar de que esa idea me ha venido a la cabeza muchas veces – pero no dudo de que, si eligiéramos a nuestros políticos basándonos en su experiencia como lectores y no en sus programas políticos, en el mundo habría mucha menos desgracia. Me parece que a los potenciales gobernadores de nuestro destino habría que preguntarles primero no cómo ven el curso de la política mundial sino qué opinión tienen de Stendhal, Dickens o Dostoievski.
(…)
Sólo diré – no por propia experiencia por desgracia, sino sólo teóricamente – que considero que para una persona que ha leído a Dickens, disparar a un semejante en nombre de cualquier ideología, sería más complicado que para una persona que no ha leído a Dickens. Hablo precisamente de leer a Dickens, Stendhal, Dostoievski, Balzak, Melville…osease de literatura, no de la cultura o la educación. Una persona culta y educada puede perfectamente, después de leer este u otro tratado político, matar a un semejante e incluso experimentar cierto placer haciéndolo. Lenin era culto, Stalin era culto, Hitler también, Mao incluso escribía poesía: la lista de sus victimas, sin embargo, supera con creces su lista de lecturas.

(…)

El que escribe un poema lo escribe precisamente porque el acto de escribir poesía es un increíble acelerador de la conciencia, del pensamiento y de la apreciación del mundo. Habiendo experimentado esa sensación una vez, una persona ya no puede dejar de repetir esa experiencia, cae en una dependencia de dicho proceso como caen en dependencia de las drogas o del alcohol. Al hombre que se encuentra en esa dependencia de la lengua, creo yo, es al que podemos llamar poeta.

Discurso de aceptación del Premio Nobel, Joseph Brodsky [Traducción Anastasia K.] (1987)

Respuestas convexas.

Llevo dos semanas sin mi eterno reloj de muñeca.
Desde siempre he sentido cierto miedo (que no llega a ser pánico) de vivir el día a día sin la hora colgando de mi mano, seguramente mi manía para con la impuntualidad también ha contribuido. Cuando mis amigos ( al fijarse en el rastro color blanco nuclear que me ha dejado la asuencia de reloj) me preguntan el porqué de este repentino e impropio de mí cambio de conducta, me divierte poner cara seria y decir algo del tipo : «Estoy en una nueva fase de mi vida en la que no quiero sentirme atada por el tiempo.» Mis amigos, que ya saben de mis desvaríos pero no siempre entienden mis intenciones, simplemente sonrien con cara de «no te entiendo, pero son muchos años así que dejémoslo estar».
Me imagino que por eso intento (véase la importancia del verbo) escribir poemas : me divierte más soltar algo como «no quiero sentirme atada por el tiempo». Eso aún sabiendo que el reloj no esta simplemente porque me quiero deshacer de mi moreno irregular. Cosas de la edad supongo.

«Break Time, Rockefeller Center»,1932

«Blowin’ In The Wind» – Bob Dylan (The Freewheelin’ Bob Dylan,1963)