Marilyn Monroe y Arthur Miller durante un descanso en el rodaje de «Vidas rebeldes»
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«Don’t bring me down» – Sia (Colour The Small One, 2004)
Marilyn Monroe y Arthur Miller durante un descanso en el rodaje de «Vidas rebeldes»
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«Don’t bring me down» – Sia (Colour The Small One, 2004)
Es la parte más ridícula de ti
la que escupe viento
en una habitación cerrada,
diabética de pasado corriente.
Sabes que es tarde
para los x centímetros cúbicos
de orden prefabricado y parentescos.
Queda exteriorizar la casa,
ver la firmeza de las paredes
en su caída,
repasar el ombligo
en busca de células de confianza.
Has quedado aquí con todos ellos:
con Ella, la de la pierna huérfana;
con Él, el suelo loco
de un piso ucraniano
y también con él,
el de la cara de erizo roto.
Arañan la puerta, piden perdón,
dan las gracias.
Esperan tu señal.
«Álbum» – Anastasia K.
E.M. Cioran (Niza, Italia. 1938)
Noviembre:
[ -«Soy un cobarde, no puedo soportar el sufrimiento de ser feliz.» Para calar a alguien, para conocerlo realmente, me basta ver cómo reacciona a estas palabras de Keats. Si no comprende inmediatamente, inútil continuar.
– Se necesita un mínimo de estupidez para todo, para afirmar e incluso para negar.
– Cuando supe que él era totalmente impermeable a Dostoievsky y a la Música, me negué, a pesar de sus grandes méritos, a conocerlo. Prefiero conversar con un retrasado mental sensible a cualquiera de los dos.
– Publicar un libro implica el mismo género de contrariedades que una boda o un entierro.
– Es más fácil entenderse con un monstruo que con lo contrario de un monstruo.]
«Ese maldito yo» – E.M. Cioran
La fila de atrás:
El caótico naranja y marrón cuando una bicicleta pasa por encima de un montón de hojas caídas.
Thom Yorke cantando Let down and hanging around…
La cuajada con miel.
«El amanecer en Valencia» , amaneciendo con Machado.
El segundo nocturno de Chopin.
El viento en el campo al principio del Espejo de Tarkovski.
La gente que pasea a su perro antes de las 7 de la mañana.
Las Variaciones Goldberg de Bach, preferiblemente de noche.
Todo el invierno que me quede sin Navidad.
Como ya dije en su momento lo importante no es saber por qué empiezas a obsesionarte con este mundillo de páginas sino saber por qué dejas de hacerlo. Ya me repito así que esto va a ser un signo ortográfico (todavía no sé si coma, punto o interrogación ) dedicado a ese extranjero que en su momento no me leía y ahora casi seguro que a ratos tampoco lo hace. Toca cueva.
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«Shake it out» – Florence + The Machine
«Cien cartas no escritas» – Walde Huth, 1979
Nada recuerdas ya
de los dientes de hielo
que colgaban de los tejados.
Su lógica soledad
y el respeto de los transeúntes
tal vez sean lo único
que te acompañe aquí,
tan lejos de la escarcha
que ya no busca el miedo.
Los veías derramarse
con el último hilo de febrero
y fundirse con la nieve manchada.
Algunos morían en silencio,
poco a poco hechos agua,
otros, quizá demasiado orgullosos,
preferían un suicidio digno
desnudando la tierra desde lo alto.
Aquí no hay enero,
sólo peatones clonados,
esparcidos bajo las mismas nubes
pero secas de invierno.
Tu piel está en su sitio
y la memoria sólo se resiente
cuando hace suficiente frío.
Aprietas el paisaje y encajas en él.
Pero sólo hoy, sólo
hasta que la conciencia lo permita
y estemos todos.
Anastasia K.
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«Va a empezar a llover» – Enrique Bunbury y Nacho Vegas (El tiempo de las cerezas)
Anastasia K.
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Detrás de la ventana
empieza el mundo
aunque ahora no
le haga falta observarme.
Hay un poco de fidelidad
en la inexactitud de las figuras
que me imagino al otro lado,
libres de mi anclaje cerebral.
Es fácil suponer algo de hambre
en su respiración,
algo de fealdad
en su forma de ignorarme.
Pasado el hueso de la noche
cierro los ojos,
escucho mi rutina pulmonar
y me repito:
conocen mi voz y mis pasos
pero saben olvidarme.
«Next door» – Anastasia K.
Últimamente la ciudad se ha hecho más pequeña, parece más cansada y se concentra en los mismos lugares y, sobre todo, en las mismas aceras lo que no deja de ser peligroso para mí y mis pies (la parte de mi cuerpo con la que pienso últimamente). Peligroso también el hecho de que esos mismos pies no lleguen a digerir todas los encuentros (nuevos y solapados). A. me contó que recuerda como, cuando era pequeña, la gata de sus abuelos se quedaba preñada sin que ellos se preocuparan mucho por evitarlo y de cómo su abuelo ahogaba a los gatitos en un cubo para luego llevárselos al campo y arrojarlos allí. A. me decía que nunca llegó a ver el proceso. Sólo el cubo lleno de agua. L. por su parte me contó (con una mezcla de ternura e incredulidad) que su novio acababa de regalarle a un sin techo la placha que tenían en casa. Han tenido que comprar otra.
Supongo que mis pies piensan en ti, en la piedad y también en sus consecuencias.
«Fresas salvajes» – Ingmar Bergman, 1957
Y mientras tome piedad por alivio,
mientras haya bufandas
con las que hacer un trato
antes de sobrevivirnos,
cuidaremos cada palabra
como si tuviera frío
y cada promesa
como la mentira más fiel.
Anastasia K.
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«Breathe me» – Sia
Dicen ceniza cuando no quieren decir nada
y yo digo ceniza
por ti y por lo que me has robado.
Puedo apelotonar palabras
una detrás de otra
y no querer decir absolutamente nada
mientras la nieve cae sobre mis ojos.
Cualquiera que lo lea entenderá amor,
o desamor, o pérdida de pies en el instante justo
en el que no queda nada
más que caminar detrás de ti
recogiendo los restos de tu otoño
bañado en sangre y agua.
Sólo somos dos páginas
solapadas sin querer.
Busco calor y sed.
Busco
lo justo y lo necesario,
lo que no puedes darme.
Nan Goldin
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«Ocho y medio» – Nacho Vegas (Desaparezca aquí,2005)
Desde fuera
aún me queda piel,
blanca y fría
como los abetos
de mi enero.
Desde fuera
nada es más fácil.
Desde fuera
conozco mi centro
y pongo un pie
detrás de otro,
pisando estómagos,
escarcha,
excusas.
La ciudad cruje
justo donde te dejé.
Aquí está
todo
lo que me merezco.
Es domingo
y sé que siempre hay
un nadie que me espera.
«Desde fuera» – Anastasia K.