Ni tango ni París.

«El último tango en París» – Bernardo Bertolucci, 1972

Ayer, después de casi once horas en la facultad y ante la inminente hora en autobús, decidí ir a la biblioteca y sacarme un libro para el viaje. Me acordé de las veces que salió el nombre de Rayuela en las conversaciones del taller. Ya en la biblioteca, escogí la edición que más me gustó (o lo que es lo mismo, la más antigua de las disponibles). Cual fue mi sorpresa cuando al abrir el libro en casa descubrí una carta de amor.
Parece ser que me he metido en medio de una correspondencia amorosa entre dos jóvenes y entre recogida y recogida la casualidad ha querido que sacara justamente el libro que la chica eligió para dejar su carta.
Una de esas situaciones en las que no sabes muy bien qué hacer con el descubrimiento y que además, por una razón muy extraña, te hace pensar en cosas de las que ya te habías olvidado.
La semana sigue, pero es una lástima que el chico nunca reciba la carta. Aunque lo más sorprendente de la historia es que quizá haya provocado más revuelo en mí del que hubiera podido provocar en él; aunque todavía me queda por saber en qué terminará mi paralelismo particular (de esos que no tienen nada que ver con lo dicho).
Para que luego digan que las bibliotecas son aburridas y el romanticismo ha muerto.