La autobiografía del frigorífico.

Igor Stravinsky,Nueva york,1966 – Arnold Newman

I
Un hombre viejo está sentado
A la sombra de un pino
En China.
Ve una consólida,
Blanquiazul,
Al borde de la sombra,
Moverse con el viento.
Su barba ondea con el viento.
El pino ondea con el viento.
Así el agua fluye
Sobre la maleza.

II
La noche es de color
De un brazo de mujer:
Noche, la hembra,
Oscura
Fragante y flexible,
Se oculta.
Una charca brilla
Como un brazalete
Que se agita en la danza.

III
Me mido a mí mismo
En un árbol alto.
Descubro que yo soy mucho más alto,
Porque alcanzo directamente al sol,
Con mi ojo;
Y alcanzo a la orilla del mar
Con mi oído.
Aún así, no me gusta
La forma en que las hormigas
Entran y salen de mi sombra.

IV
Cuando mi sueño estaba cerca de la luna
Los blancos pliegues de su falda
Se llenaron de luz amarilla.
Las plantas de sus pies
Enrojecieron.
Su cabellera se llenó
De azules cristalizaciones
Provenientes de las estrellas
No lejanas.

V
Ni todas las cuchillas de los postes,
Ni los escoplos de las largas calles,
Ni los mazos de las cúpulas
Y altas torres
Pueden tallar
Lo que puede tallar una estrella
Cuando brilla a través de las hojas de parra.

VI
Los racionalistas, con sombreros cuadrados,
Piensan, en estancias cuadradas,
Mirando al suelo,
Mirando al techo.
Se limitan
A triángulos rectángulos.
Si intentasen romboides,
Conos, sinuosidades, elipses
-Como, por ejemplo, la elipse de la media luna-
Los racionalistas llevarían sombreros
«Seis paisajes significativos» – Wallace Stevens

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«The Passenger» – Iggy Pop (Lust of life, 1977)

Simultaneidad y juegos de sillas.

«Truman Capote in New York City» – Arnold Newman, 1977

«…yo prohíbo, por lo demás, toda conjetura acerca de quién es el descrito por mí en este pasaje.
«El genio del corazón, tal como lo posee aquel gran oculto, el dios-tentador y cazarratas nato de las conciencias, cuya voz sabe descender hasta el inframundo de toda alma, que no dice una palabra, no lanza una mirada en las que no hay un propósito y un guiño de seducción, de cuya maestría forma parte el saber parecer – y no aquello que él es, sino aquello que constituye, para quienes lo siguen, una compulsión más para acercarse cada vez más a él, para seguirle de un modo cada vez más íntimo y radical: – el genio del corazón, que a todo lo que es ruidoso y se complace en sí mismo lo hace enmudecer y le enseña a escuchar, que pule las almas rudas y les da a gustar un nuevo deseo, – el de estar quietas como un espejo, para que el cielo profundo se relfeje en ellas -; el genio del corazón, que a la mano torpe y apresurada le enseña a vacilar y a coger las cosas con mayor delicadeza, que adivina el tesoro oculto y olvidado, la gota de bondad y de dulce espiritualidad escondida bajo el hielo grueso y opaco y es una varita mágica para todo grano de oro que yació largo tiempo sepultado en la prisión del mucho cieno y arena; el genio del corazón, del cuyo contacto todo el mundo sale más rico, no agraciado y sorprendido, no beneficiado y oprimido como por un bien ajeno, sino más rico de sí mismo, más nuevo que antes, removido, oreado y sonsacado por un viento tibio, tal vez más inseguro, más delicado, más frágil, más quebradizo pero lleno de esperanzas que aún no tienen nombre, lleno de nueva voluntad y nuevo fluir, lleno de nueva contravoluntad y nuevo refluir…» «

«Ecce Homo» – Friedrich Nietzsche (1844 – 1900), 1888

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«Walk on the wild side» – Lou Reed ( Transformer, 1977)