Somos lo que tememos.

Rodney Smith

Hey you, wailing by the wall,
hoping it’ll fall in their direction,
you’re waiting for another resurrection
is this what we’ve come to?

“Hey you, looking at the moon” – Graham Nash

*Para aquellos que aparecen en un poema, y nunca lo sabrán.

El gato de tu portal te espera.
Es todo lo que necesitas saber.
El ascensor te dedicará
su saludo de rigor.
Ya tienes tu hora fijada,
para no compartirlo con nadie.

(Un día sí y otro no
te acuerdas de que el jazmín
existe.)

El paisaje de hormigón no cambia,
esta farola siempre ha sido
un incordio para doblar la esquina
y seguirá allí
incluso cuando ya no la odies.
Hace mucho que ya no saludas
al panadero que apura su cigarro
apoyado en la pared,
justo a la misma hora.

Has llegado al momento
en el que tu indiferencia
tiene un compás
y finges que su lentitud
es intencionada.

Un perro pasa de largo,
a falta de palabras
echa sudor por la lengua
y, al perderlo de vista,
sabes
que pronto te ocurrirá lo mismo.
Anastasia K.

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«Love minus zero.No limit» – Bob Dylan (bringing it all back home, 1965)

Siempre lo contrario.

Intentas escribir algo sorprendente, ingenioso. Pretendes fingir un poco, exagerar otro tanto y dramatizar sentimientos.Piensas que es justo ahora, en este verso, donde vas a volcar todo lo negativo que llevas tiempo acumulando. Dando nombres y fechas. Mencionando situaciones y conversaciones concretas para que no haya lugar a dudas. Y cuando lo relees te das cuenta de que no podría estar más lejos de todo lo que intentabas decir. «Quizá no sea el momento» piensas. Y resulta una explicación de lo más conciliadora.

Jacques Prévert, París – Robert Doisneau

Las dos de la tarde.
Sillas, pasos, ruido de mandíbulas.
Hay un niño
llorando por costumbre
en la mesa de al lado.
También los camareros
se agarran a la costumbre
para no mandar al carajo
al típico pesado
que los llama de usted.

Bebo agua.
No por abstinencia
sino porque el vaso de vino
tiene un extraño reflejo
de algo que parece suciedad.
De todas formas,
no conviene emborracharse
cuando se está sola.
Siempre se necesita a alguien
que luego te reconstruya
la palabrería inútil
que anda suelta
después de la tercera copa.
Esa que por otra parte,
al menos en mi caso,
es la más provechosa.

Olvido mi provisional ley seca
establecida por la vaguería
del lavavajillas.
Cuando traen el bistec,
el cuchillo, como no,
no sería una amenaza
ni para un trozo de paté.
Así que también tocará
ponerme a régimen;
porque después de tanta agua
no me apetece nada
convertirme en la típica pesada
que llama a los camareros de usted.

El ritmo de las mandíbulas
disminuye con el postre,
eso sí,
el niño no se rinde.

Resulta que comer sola
no es desagradable
por la orfandad de la silla de enfrente,
sino por no tener a nadie
a quien poder quejarme
por aquel extraño reflejo
(a las tres sentencio
que definitivamente es suciedad)
en mi copa de vino vacía.

«Juego de sillas» – Anastasia K.

«Fast car» – Tracy Chapman (Tracy Chapman,1988)

Reflejo felino.

«Joven pareja» – Bruce Davidson, 1958


REFLEJO FELINO


Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

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«Californication» – Red Hot Chili Peppers (Californication,1999)

Desayuno con andamios.

Al fin decido publicar un poema propio. Los días de verano aparte de calurosos resultan insultantemente largos así que la culpa de cualquier desvarío que podréis encontrar es enteramente suya. Ya sé que las excusas siempre son odiosas e inecesarias pero qué le vamos a hacer…


«9th Avenue Elevated armiture in Harlem, on 8th Avenue near 127th Street» – Andreas Feininger , 1940

DESAYUNO CON ANDAMIOS

Este poema se ha trasladado a un cajón o a alguno de los países del Este por mudar de pelo y de costumbres (más por parte de la autora). Si os causa algún interés, sobre todo si es tierno, no tenéis más que pedírmelo por correo, paloma mensajera o con señales de humo.

Apuntes para el futuro.


Stalin,Roosevelt y Churchill en Yalta(1945)

Si el arte enseña algo ( al artista en primer lugar) es a apreciar la individualidad de la existencia del ser humano. Siendo la más antigua ( y la más directa) forma de individualidad, el arte, queriendo o no, premia en un hombre precisamente su sentimiento de individualidad, particularidad y singularidad, transformándolo de un animal social a un individuo. Muchas cosas se pueden dividir: el pan, el lecho, las convicciones, a tu amada, pero no un poema, digamos de Rainer Maria Rilke. Las obras de arte – particularmente las literarias y concretamente las poéticas – se dirigen al hombre “tet-a-tet”, creando una comunicación directa, sin terceras personas. Precisamente por ese motivo, muchos de los cuidadores del bien general, dueños de las masas y preocupados por la necesidad histórica, no gustan mucho del arte en general, de la literatura en particular y de la poesía en concreto. Ocurre esto ya que por donde ha pasado el arte, donde se ha leído un poema, ellos descubren que en lugar del esperado consenso y unanimidad, existen discrepancias e indiferencia, en lugar de deseos de actuar, descubren la falta de atención y el asco. Dicho de otra forma: a los ceros con los que los cuidadores del bien general y los dueños de las masas desean operar, el arte les añade puntos, puntos y comas y guiones, convirtiendo cada cero en una cara humana, aunque esta no siempre sea del todo atractiva.
(…)
La filosofía de un gobierno, su ética, sin hablar ya de su estética, es siempre “el ayer”; la lengua, la literatura, siempre “el hoy” y, muy frecuentemente sobre todo dependiendo de lo ortodoxo que es uno u otro sistema político, incluso es “el mañana”. Uno de los méritos de la literatura consiste en eso: ayuda al ser humano a fijar el tiempo de su existencia, a distinguir a sí mismo entre la multitud de sus predecesores, a evitar la tautología o lo que es lo mismo, evitar convertirse en una “víctima de la historia”. El arte en general y la literatura en particular, es maravillosa y distinta de la vida real precisamente por eso, porque huye de la repetición. En la vida cotidiana, puedes contar el mismo chiste varias veces y varias veces causará carcajadas, convierténdote en el alma de una fiesta. En literatura ese tipo de conducta se denomina “cliché”.
(…)
Hoy en día es muy popular el convencimiento de que el escritor, especialmente el poeta, tiene que utilizar en sus obras la lengua de las multitudes. A pesar de lo democrático y de las claras ventajas practicas de este punto de vista, esta afirmación pretende hacer que la historia se apodere del arte, en este caso de la literatura en particular. Solo si decidimos que el “homo sapiens” debe frenarse en su desarrollo, podemos permitir que la literatura hable en la lengua de las multitudes. En caso contrario, es la multitud la que debería hablar en la lengua de la literatura.
(…)
No llamo a la sustitución de un gobierno por una biblioteca – a pesar de que esa idea me ha venido a la cabeza muchas veces – pero no dudo de que, si eligiéramos a nuestros políticos basándonos en su experiencia como lectores y no en sus programas políticos, en el mundo habría mucha menos desgracia. Me parece que a los potenciales gobernadores de nuestro destino habría que preguntarles primero no cómo ven el curso de la política mundial sino qué opinión tienen de Stendhal, Dickens o Dostoievski.
(…)
Sólo diré – no por propia experiencia por desgracia, sino sólo teóricamente – que considero que para una persona que ha leído a Dickens, disparar a un semejante en nombre de cualquier ideología, sería más complicado que para una persona que no ha leído a Dickens. Hablo precisamente de leer a Dickens, Stendhal, Dostoievski, Balzak, Melville…osease de literatura, no de la cultura o la educación. Una persona culta y educada puede perfectamente, después de leer este u otro tratado político, matar a un semejante e incluso experimentar cierto placer haciéndolo. Lenin era culto, Stalin era culto, Hitler también, Mao incluso escribía poesía: la lista de sus victimas, sin embargo, supera con creces su lista de lecturas.

(…)

El que escribe un poema lo escribe precisamente porque el acto de escribir poesía es un increíble acelerador de la conciencia, del pensamiento y de la apreciación del mundo. Habiendo experimentado esa sensación una vez, una persona ya no puede dejar de repetir esa experiencia, cae en una dependencia de dicho proceso como caen en dependencia de las drogas o del alcohol. Al hombre que se encuentra en esa dependencia de la lengua, creo yo, es al que podemos llamar poeta.

Discurso de aceptación del Premio Nobel, Joseph Brodsky [Traducción Anastasia K.] (1987)